Ilusiones

Ilusión

Me gusta mantener conversaciones interesantes, aunque no ocurre muy a menudo. Recientemente me han hecho una pregunta, sencilla en un primer vistazo aunque compleja si uno la evalúa en profundidad detenidamente. De nuevo, se ha despertado en mí una inquietud y me ha dado por escribir al respecto. La pregunta en cuestión fue la siguiente:

¿Tú no te ilusionas?

Da igual lo que te digan por ahí, las ilusiones son inevitables a pesar de los esfuerzos de ciertas personas que intentan de manera infructuosa evitarlas a toda costa. He echado mano del Diccionario de la lengua española y he podido comprobar que tiene varias acepciones para esta palabra:

1. f. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.

De todos es bien sabido que somos manipulables precisamente porque dependemos de unos sistemas de información que nos transmiten los datos que, de manera arbitraria, deciden que debemos conocer. Esto va desde la educación hasta los medios de comunicación, pero no sólo debemos quedarnos con lo obvio. Podríamos decir que nuestro cuerpo engaña a nuestro cerebro, pero sería una verdad a medias; si existen errores en la recogida de la información debido a problemas sensoriales estaríamos en lo cierto y son nuestros órganos los que no transmiten una información correcta.

Sin embargo, en la mayoría de los casos y salvo problemas anatomofisiológicos, nuestro propio cerebro es responsable de los engaños que sufrimos simplemente por un error en la interpretación de la información que recibe. Las alucinaciones, en sus múltiples variantes, son un claro ejemplo en el que tomamos como cierto aquello que se nos presenta, que incluso podemos percibir a través de nuestros sentidos, cuando en realidad no existe para el resto del mundo. Podríamos entrar en discusiones filosóficas sobre qué es en realidad la verdad, si es lo que la mayoría de un grupo dado toma como verdadero o lo que un único individuo interpreta como tal, pero precisamente para ello están los diagnósticos médicos de las distintas enfermedades que causan trastornos de la percepción.

Ejemplos menos radicales pueden ser las ilusiones ópticas, juegos y pasatiempos que ponen a prueba y nos demuestran a modo de curiosidad el hecho que nuestros sentidos no son infalibles y, mucho menos, nuestro cerebro. Así que, basándonos en esta acepción, todos somos víctimas de ilusiones de manera voluntaria o no.

2. f. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo.

Ya decía Nietzche que «la esperanza es el peor de los males de los humanos, pues prolonga el tormento del hombre» y, sin embargo, es universal a todos. La esperanza no es más que otro nombre impuesto al deseo que sentimos por algo o alguien. A decir verdad, este tipo de deseo se basa principalmente en una determinada acción que deseamos que suceda, como puede ser aprobar un examen, besar a esa persona o ser valorado por otros. En realidad, el fin último es obtener satisfacción por aquella acción, así que podríamos afirmar que el ansia de toda ilusión es el placer propio. Dependiendo de cada persona, habrá a quien le importe más o menos el sufrimiento de los demás, pero en lo que todos coincidimos es que nadie desea el sufrimiento propio como objetivo primordial.

Todo esto recuerda al hedonismo, aquella doctrina filosófica que se basa en búsqueda del placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida. La escuela epicúrea mantenía una doctrina en la que la demora de la gratificación, la búsqueda de placeres duraderos en lugar de efímeros o la búsqueda del placer propio a través del placer de otros son pensamientos yuxtapuestos a la originaria escuela cirenaica, que abogaba por la búsqueda del placer sin importar nada más, incluso los intereses de los demás, algo así como una autocomplacencia egoísta en su máximo exponente. En cierta manera, dentro de la corriente epicúrea se enmarca precisamente el altruismo que, bajo mi punto de vista, es tan egoísta como cualquier otra expresión de ayuda por los demás. El altruismo busca la felicidad de otros, es cierto, pero esta entrega por otras personas esconde un deseo irrefrenable de satisfacción, ya que a través del placer ajeno la persona consigue el propio.

Luego, esta definición de ilusión, como expresión de la búsqueda del placer, como las esperanzas puestas en algo o alguien, es algo a lo que todos nosotros estamos expuestos.

3. f. Viva complacencia en una persona, una cosa, una tarea, etc.

Esta acepción también hace referencia a la satisfacción que nos provoca algo o alguien. Nuestro cerebro es una máquina que se basa, a grandes rasgos y no por este orden, en almacenar, clasificar y comparar información, todo con el fin de obtener nueva información que será también almacenada, clasificada y comparada.

Cada individuo, cada cerebro, a pesar de poseer por lo general unos elementos comunes y un funcionamiento similar, es completamente distinto de otro y esto es debido en su mayor parte por las diferencias existentes entre la información que cada uno maneja. En el sistema binario la información puede ser cierta o ser falsa, es la base de la manera de trabajar de nuestros ordenadores actuales, aunque existen ordenadores cuánticos experimentales en los que esta ley no se cumple exactamente de la misma manera. Sin embargo, lo mismo ocurre en nuestra mente en la que los datos que poseemos son comparados con los nuevos que se han introducido y, como resultado, obtendremos una conclusión favorable o desfavorable, por denominarla de alguna manera.

Esto es lo que hace que, según nuestra percepción, algo nos pueda satisfacer o no. La cantidad de combinaciones y permutaciones de información es tan grande como las numerosa variables que entran en juego a la hora de ser comparadas hasta llegar al resultado que es esa vocecilla interior que nos dice «me gusta» o «no me gusta».

Por lo tanto, según esta acepción, todo aquello que nos satisfaga se puede considerar como una ilusión así que, una vez más, todos seremos víctimas de ilusiones en tanto algo nos guste.

4. f. Ret. Ironía viva y picante.

La retórica es la capacidad para usar el lenguaje, tanto escrito como hablado, con fines específicos como agradar, causar una respuesta emocional o simplemente manipular. No me jacto de hablar ni escribir bien, para muestra un botón, pero sí es algo que trato de conseguir. La ironía es un recurso literario que da a entender lo contrario de lo que se dice y lo uso muy a menudo en mis conversaciones; de hecho es algo que llevo utilizando muchísimos años, tantos que no recuerdo, e incluso antes de conocer esta palabra o su significado.

Así que, también en este caso, no me libro de usarla o haber sido partícipe de ella.

En conclusión, toda esta parafernalia podría haber sido ahorrada si simplemente hubiese contestado un monosílabo como «sí» o «no», pero como soy de esa extraña clase de personas que nos suele dar por pensar y divagar acerca de temas aleatorios pues he tenido que invertir algo de mi tiempo y atención a estas líneas. Sí, a veces me ilusiono, tengo ilusiones o uso ilusiones, lo que ocurre es que la intensidad con las que las tomo en cuenta varía en función de la importancia que yo le confiera a la situación, el interlocutor o el grado de satisfacción que me puedan proporcionar.

Al final todo se resume en eso.

Quimeras

Godzilla!La primera vez que escuché esa palabra fue hace muchos años, era niño, y nunca busqué su significado aunque conocía el sentido por el contexto en el que usaba. Una quimera, además de ser un animal mitológico, es una invención, una ilusión, algo imaginado que se cree como real o alcanzable pero en realidad no lo es.

La cuestión es que recientemente he visto una frase que decía lo siguiente:

Que es preferible nadar en quimeras que esperar en la orilla

He de confesar que me sonaba de algo, así que echando mano de Google he dado con el origen: es un verso de la letra de una canción del compositor, cantante y músico madrileño Quique González, Ardiendo a un clavo, canción editada únicamente en un disco compilación titulado Cantautores, la nueva generación.

No voy a hacer una crítica musical de la canción, es simplemente que ese verso me ha animado a escribir este post. No creo que nadar en quimeras sea preferible a estar en la orilla, sobre todo porque la quimera, por definición, no es real sino un simple espejismo creado por nuestra mente basándose en nuestros anhelos y que no trasciende más allá del dominio de la imaginación. Sobra decir que la acción de nadar en ella no es más que una representación metafórica del hecho de creer en la quimera en cuestión.

Basándonos en esto, partimos de la idea que esa persona no es consciente de la propia naturaleza de la quimera, que verdaderamente piensa que es real y por lo tanto se aventura a creer en ella. Si realmente llegase a saber que se trata de una ilusión esta revelación negaría la propia existencia de la quimera y, por lo tanto, imposibilitaría el hecho de creer en ella. Vivir en un sueño conlleva ciertos riesgos, como el despertar de él para comprobar que en realidad era todo producto de la imaginación.

Entonces, ¿es preferible estar empapado de falsas ilusiones o permanecer estático en la realidad? Ni tanto ni tan poco, porque tan perjudicial es creer en fantasías como estar anclado a la espera de algo sobre lo que no tenemos certeza de su llegada. Al final no sería más que otra quimera, como las olas que llegan a la orilla y que nos mojan los zapatos mientras miramos al horizonte en busca de alguna señal.

Personalmente prefiero estar seco y pasear por la orilla; a veces entre aquello que ha arrastrado la marea encuentras cosas interesantes.

Disfruta de las cosas sencillas

Las cosas sencillas son las que con mayor probabilidad te pueden hacer feliz y si no lo crees, fíjate en los niños. Si alguna vez has tenido la oportunidad de ver cómo un pequeñajo abre un regalo habrás podido observar cómo se entretiene con el papel de regalo, con la caja donde venía guardado o, más probablemente, con ese plástico que tiene burbujas de aire.

Da igual lo que le hayas regalado, ese dichoso invento es como un agujero negro supermasivo que atrae la atención del crío como nada en el universo. De hecho, muchos adultos todavía se entretienen explotando esas pequeñas bolsitas de aire cuando cae ese tipo de embalaje en sus manos. Es lo más sencillo del mundo, dos láminas de plástico entre las que ha quedado algo de aire en medio. Es como cuando querías forrar tus libros con plástico adhesivo, sólo que en ese caso intentabas por todos los medios evitar que se formase una arruga o una burbuja.

Unas hojas de papel y un par de lápices de colores, por ejemplo, son unos de los mejores juguetes que puedas darle a un niño. Tendrá la oportunidad de experimentar con sus manos, con los colores, con su imaginación y hasta con su memoria. Siempre me han parecido muy curiosos esos dibujos en los que recrean a los adultos como seres de piernas desproporcionadas en relación al resto de su cuerpo. No es más que la expresión pictórica de lo que ellos mismos ven con sus propios ojos, la perspectiva que tienen de los adultos desde su punto de vista.

Ya cuando somos mayores pensamos en divertimentos más elaborados cuando una puesta de sol o un amanecer son dos de los espectáculos más maravillosos que podamos observar. El sonido de la lluvia, el cantar de los pájaros o el romper de las olas en la orilla del mar son cosas a las que no les prestamos suficiente atención. Sólo en algunas ocasiones, como cuando estamos acompañados por alguna de esas personas especiales que provocan en nosotros una feliz calma, es cuando nos detenemos y somos un poco más conscientes de la belleza de la sencillez.

Estas y otras cosas, que tan a menudo pasamos por alto, son las que esconden mayores y mejores momentos de satisfacción cuando logramos disfrutarlas.

Pensamiento del día

Las emociones siempre andan en lucha con la razón y muy pocas veces suelen llegar a un consenso.

Muchas veces pensamos, recapacitamos y decidimos no actuar por temor a las consecuencias de nuestros actos. El miedo encadena nuestra vida y hace que no podamos alejarnos más allá del horizonte.

En ocasiones pasamos tanto tiempo entre cavilaciones que, cuando al final nos decidimos, ya es demasiado tarde. El tiempo no espera por nosotros y las oportunidades rara vez se presentan dos veces.

Otras veces actuamos fervientemente sin pensar previamente en las repercusiones. El ímpetu nos da fuerzas pero no siempre nos guía en la dirección correcta.

La nostalgia por aquello que no llevamos a cabo es más dolorosa que las heridas de nuestras acciones, porque la incertidumbre deja mucho espacio a la imaginación y la esperanza mientras que las consecuencias son inamovibles.

Idealista

playa

Llegué a tu playa cual náufrago de océanos pesarosos para acabar varado entre tu pelo y las dunas de tu cuerpo. Me diste de beber de las frescas aguas del manantial de tus labios y probé los más exquisitos frutos que me ofreció tu piel. Descansaba del sol abrasador del verano cobijado por tu sombra, observando cómo te cubrían las olas de tus sábanas. De noche, miraba las estrellas de tus ojos apoyado en el suave tronco que eran tus muslos. Luego dormía arrullado por la suave brisa de tu respiración y me despertaba el frío del alba cuando tus brazos no me abrazaban.

Tus dedos se enredaban entre mis suspiros y yo susurraba una canción tejida con palabras juguetonas, mientras nuestros cuerpos bailaban un tango de pasión. Conversábamos largo y tendido con nuestro silencio, observándonos vestidos con nuestra desnudez, dejando volar pensamientos. ¿Comprendes ahora por qué soy un idealista? Sólo existes en mi imaginación mientras tú sueñas conmigo en algún lugar, esperando que la causalidad nos una.