La noche me mordió, me contaminó, como todas las heridas por mordedura, y desde entonces escribo en la oscuridad. La curiosidad me picó y desde aquel momento he sido una mente inquieta en busca del saber. El ángel de los ojos cubiertos me lanzó una flecha y desde ese instante sangra mi corazón.
Heridas de guerra al fin y al cabo…