¿De qué sirve querer algo si no se hace nada por conseguirlo? Es un deseo suspendido en el aire que va consumiendo poco a poco lo que hay a su alrededor, como una estrella que brilla cada vez con mayor intensidad y puede llegar a quemar.
Quisiera callar a veces de pronto nuestras conversaciones usando mis taimados besos y caricias como coartadas, componiendo con tus suspiros una sinfonía de placeres, escribiendo con mi boca canciones en tu cuello y tu espalda. Quisiera ser para tu erótica música ese baile sensual, acaso pincel que regala sueños de colores a tu lienzo, mientras tus uñas rasgan el frágil velo que protege mi piel y mis dientes señalan en tu mapa la equis de tu tesoro. Quisiera ser ese lunar que me tienta caprichoso y travieso para así permanecer más cerca de tus labios y tu sonrisa, y hacer que mis dedos se enredaran entre tu pelo revoltoso como riendas en las manos del jinete que cabalga aprisa. Quisiera verte cimbrear las formas que bajo tu ropa siento igual que la caña de azúcar que bajo la fiera tempestad se mece, se dobla y después del impetuoso azote del viento se revela tan dulce para reclamar de nuevo su lugar. Quisiera ser para ti esa lluvia de tibias gotas saladas que se atreve a caer perlando todo tu cuerpo de sudor y consigue inundar tus pensamientos con húmedas promesas en una tormenta apasionada de placeres sin pudor. Quisiera naufragar en tu océano de impetuosas corrientes para aferrarme a tu pecho como aquel marinero perdido que crea una balsa con los restos del que fuera su navío para finalmente en los bajíos de tu cuerpo quedar varado. Quisiera permanecer en la frondosa isla de tus encantos y convertirme por un sortilegio en un pequeño colibrí para libar el acaramelado néctar, siempre volando, de esa flor tropical tan celosamente guardada en tu jardín. Quisiera conseguir dejar de soñar con todas estas cosas pero me es imposible porque toda tú eres una fantasía, figura retórica e inspiración de mis versos y mi prosa, la viva imagen de mis anhelos, todo lo que mi cuerpo ansía.
Sin embargo, ¿de qué sirve querer escapar si no se puede hacer nada por evitarlo?