Resulta cansado tener que actuar según lo que se espera de ti en lugar de como tú quieres.
No es sano renunciar a ser quién eres por estar con otra persona.
Hay personas que son buenas mientras creen que pueden sacar algún provecho de ti.
Resulta cansado tener que actuar según lo que se espera de ti en lugar de como tú quieres.
No es sano renunciar a ser quién eres por estar con otra persona.
Hay personas que son buenas mientras creen que pueden sacar algún provecho de ti.
La verdad deslumbra y duele en tus retinas, paraliza tu cuerpo, quema sin piedad tu mente y congela tu corazón. Pero no tiene dualidad, no se esconde, es lo que es y no hay más.
Y cuando la aceptas, te acostumbras a ella. Entonces ves más cosas y mucho más claras, te vuelves más ágil para moverte y esquivar dardos envenenados, soportas mejor el ardor de la ira y el frío de la ausencia y la soledad.
He quedado atrapado entre los hilos para aprender a ser un titiritero un poco más hábil. He conseguido modificar la realidad para poder jugar con la ilusión a mi antojo. He perdido y lo he aceptado para poder ganar mucho más a cambio. He tenido sentimientos que se han marchitado y han muerto para poder renacer más intensos y renovados.
Y reconozco que a veces he mentido para poder llegar a la verdad, para conseguir lo que tanto he ansiado y luego dejarlo marchar.
Pero no me arrepiento de nada, porque aunque quisiera ya no se puede cambiar. Y no es justo recriminar a un actor por su personaje, porque los buenos actores sienten de verdad lo que interpretan con intensidad. Y en ocasiones, se meten tanto en su papel que acaban confundiendo la realidad con la ficción, con el sufrimiento que ello conlleva.
Y creo que lo volvería a hacer, con algunos cambios aquí y allá, para tener nuevos errores de los que aprender.
Pero no quiero seguir con esta representación, en este teatro, ante este público. Mi suplente llegó hace tiempo, al igual que otros vinieron antes y otros vendrán después. ¿O acaso era yo el suplente que finalmente fue descartado? No lo sé, y ya no importa.
La compañía cambia de actor, pero siempre es la misma obra, una y otra vez.
«Vete mientras aún seas querido, no cuando seas despreciado», me dijo una vieja amiga. Son esas cosas que tiene la experiencia, que siempre tiene algo que decir aunque a veces no la queramos escuchar ni nos gusten sus consejos.
No quiero seguir actuando, pero debo seguir fingiendo que todo está bien y no pasa nada. Estoy muy lejos, demasiado lejos de ti a pesar de estar a tu lado.
Querría decirlo cada día con la esperanza de que mi verdad esté más cerca de tu verdad.
Pero aunque quiero sé que no puedo, o más bien no debo hacerlo, o tal vez imagino fronteras sobre qué se espera de mí. Sólo estoy seguro de ese nudo en la garganta que no me deja cantar cuando escucho esas canciones.
Otra vez está sucediendo, ¿pero cómo lo voy a evitar? Supongo que otra vez me tocará ver pasar una ilusión tras la alambrada que separa lo que se quiere y lo que se debe.
Y mientras, en mis ensoñaciones, imaginar que no estamos en esta sala de espera, que nos dé igual que todo el mundo vea todo lo que nos queremos decir y hacer.
Si pudiera decirte que me encantaría que fuera así…
Pero mi indecisión guarda este secreto, porque nunca seré tan valiente como para hacer lo que quiero y debo a la vez.
El sexo es como bailar, el hecho de moverte no implica que lo hagas bien.
Decir «no» es facilísimo, lo realmente difícil es actuar en consecuencia.
De repente encuentras en un cajón olvidado algo que escribiste hace mucho tiempo, y resulta ser una predicción de lo que está ocurriendo ahora en el presente. Y entonces te preguntas por qué no podrás hacer lo mismo con los números del sorteo del Euromillón.
@Ugglytruth: Detrás de toda chica que es fría… complicada… cabrona… extraña o rara… hay una historia de amor que argumenta su comportamiento.
Hoy uno de mis contactos en el Facebook ha decidido publicar una frase algo similar a esta que acabo de citar y la verdad es que no he podido evitar que dentro de mi cabeza comenzasen a moverse los engranajes chirriando como una bandada de arpías aulladoras.
Hace ya tiempo que hablé acerca del locus de control y he de reconocer que poco a poco he ido modificando esa parte de mí volviéndome cada vez más un individuo introspectivo y de locus interno. Quizás es por eso que cuando veo una muestra flagrante, y hasta casi insultante, de un locus externo se disparan mis alarmas porque una experiencia amorosa pasada es una excusa demasiado barata como para justificar una forma de actuar.
Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara es porque ha sido tu decisión ser así. Fin de la historia.
Las experiencias, una vez ocurren, se quedan en el pasado, no se pueden alterar de ninguna manera; podríamos decir que son imposiciones que tenemos que aceptar queramos o no. Sin embargo, la manera de analizarlas y actuar en función de ellas es una opción de cada uno. Echarle la culpa de tu ineptitud a la hora de mantener relaciones sociales o interpersonales a una experiencia sentimental pretérita no hace más que demostrar tu incapacidad para adaptarte a los cambios.
Tal vez no has sido capaz de aceptar que una relación ha acabado o que tú tienes parte de responsabilidad en que haya llegado a su fin. Siempre es mucho más sencillo echar la culpa a los demás antes que pararse a pensar en qué ha hecho uno mismo para llegar a un determinado resultado. Además, lo que quiera que haya ocurrido sucedió con una determinada persona con unas características concretas, ¿por qué juzgar al resto como si se tratase de la misma persona?
Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara con alguien que no lo merece eres, además de todo eso, una injusta obcecada en su estupidez.
Todos somos los segundos platos de los primeros amores, es un hecho incontestable, pero nadie merece pagar los platos que ha roto alguien antes que nosotros. Es tan injusto como ser arrestado y juzgado por el robo a un banco que no has cometido simplemente porque entraste a ingresar dinero inmediatamente después de haber huido los criminales. No tiene sentido alguno.
¿Qué cantidad de responsabilidad recae sobre mí por los actos que cometió contra ti otra persona? ¿Acaso no te has parado a pensar en que tu forma de actuar conmigo va a influir directamente sobre la continuidad o no de la relación? ¿Sabes qué es una profecía autocumplida? Pues estás forjando una con tu actitud y, lo peor de todo, es que vas a conseguir reafirmarte en lo que piensas, tendrás tu refuerzo positivo y volverás de nuevo a esgrimir tus argumentos con la siguiente víctima de tu estupidez.
Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara acostúmbrate a la soledad, muy pocas personas estarán dispuestas a soportarte.
Tal vez te refugies detrás de esa actitud usando las típicas excusas de «no quiero que me vuelvan a hacer daño», «todos los tíos son unos hijos de puta», «yo es que soy así y a quien no le guste que se joda», y otros tantos ejemplos. Las corazas dan seguridad porque en cierta manera protegen de las agresiones externas pero casi nadie quiere estar con una persona enlatada porque estos métodos de protección tampoco permiten que desde su interior salga nada. Es más, serás una prisionera atrapada dentro de tu propia armadura.
El miedo, el odio o el rencor no son emociones saludables porque a menudo lo que provocan es que tomemos decisiones poco acertadas. Reúne el valor suficiente, haz un ejercicio de introspección, intenta plantearte qué puedes mejorar, actúa en consecuencia y seguramente recibirás mucho más a cambio.
Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara deja de serlo y verás cómo el mundo te corresponderá de distinta manera.
A veces mantengo conversaciones realmente inquietantes, que tienen la capacidad de hacer temblar el terreno sobre el que piso.
Tu problema es que te basas demasiado en la igualdad entre hombres y mujeres, y la realidad es que en absoluto somos iguales. Yo, como mujer, espero que la iniciativa surja de ti como hombre. De otra manera, sería como rebajarme y mi ego no lo permitiría.
Tal vez ese sea uno de tantos problemas que arrastro conmigo y que, al fin y al cabo, son los que me definen. Creo en que el interés, en el caso de existir, debe ser demostrado por las partes implicadas en una relación interpersonal sea del tipo que sea e independientemente del sexo. Esperar a que otra persona tome la iniciativa como si se tratase de algún tipo de partida de un juego por turnos me parece una actitud poco pragmática. Si realmente quieres llevar a cabo una acción lo ideal sería no estar dependiendo de terceras personas para actuar porque, de esta manera, puede ocurrir que nunca suceda.
No lo sé, ¿qué más se puede añadir al respecto? Parece ser que para ciertas personas la reciprocidad está sobrevalorada… Para mí no, y es por eso por lo que cuando no observo un interés mutuo me aburro y opto por dejar de perder el tiempo. Al menos me queda el consuelo de haber fracasado en mi empeño por no haberlo conseguido pero no por no haberlo intentado.