Otro día más

Acabo de llegar de la cena-celebración de mi cumpleaños. Este sábado volveremos a repetir cena, a ver qué tal. Me han regalado dos pantalones cortos, una camiseta y un bañador. Bastante más de lo que me esperaba, ya que no pedía nada… Bueno, en realidad sí quería algo, el regalo más importante que me hubiesen podido hacer…

Cómo explicarte que eres el único regalo que realmente esperaba recibir, todo lo demás no tiene importancia, tu piel y tus caricias, tu pelo y tu aroma, tus labios y tu sonrisa… Es por eso que me gustas, y quiero tenerte cerca, así de egoísta soy. Sé que no tienes dueño, no lo quieres tener, y yo no quiero serlo. No soporto ver a un ave entre barrotes cuando su mayor deseo es volar libre en el cielo, y menos aún cuando esos barrotes los he impuesto yo.

La distancia no es tan grande, pero es un abismo insalvable que nos separa. Cada día que te echo de menos se me clava en la carne como agujas, y son esos cortos momentos que compartimos los que me calman este dolor sordo que me quema. Soy un mimoso patológico, lo reconozco, pero en mi caso no es el primer paso para recuperarme porque no quiero hacerlo. Quiero seguir siendo así, no puedo cambiar lo que soy, siempre necesitaré de tu cariño, tus caricias y tus besos, o simplemente tus palabras dulces, esas que de vez en cuando dejas escapar del dominio del miedo a quererme.

Te siento y me sientes, nos sentimos y nos vivimos el uno al otro. Soy egocéntrico a ratos, lo sé, así como egoísta por momentos, pero es que mis deseos de tenerte cerca, de ser el centro de tu universo por un instante, me abruman y me sobrepasan. Soy así, lo siento, no puedo hacer nada por evitarlo, más bien seguir siendo así, intentando que mi mirada no sea ambigua bajo tu mirada, «con estilo», mi estilo propio y sincero.

Corazón mío, ¿dónde te has ido? Te necesito para vivir así como para morir por ti. Eres mi vida y mi muerte, pues sin ti sufro de la muerte en vida, muriendo por volverte a sentir.

Anoche soñé…

Anoche soñé que volvía a Manderley. En mi sueño me encontraba ante la verja del parque, pero durante algunos momentos no pude entrar.

Así empieza la película de Hitchcock «Rebeca», así como también el libro del mismo título de Daphne du Maurier. No he tenido el placer de leer el libro, pero sí he visto la película, una joya como otras tantas del maestro del suspense. En ningún momento se ve a Rebeca, pero se siente durante toda la película.

Manderley es la mansión, una casa que guarda los momentos de la vida, momentos buenos y malos, momentos que en el recuerdo resuenan. Cada persona tiene su Manderley, puede ser una casa al estilo colonial, rodeada de un frondoso jardín en alguna isla paradisíaca, o una cabaña de madera que destaca sobre el blanco paisaje nevado. Manderley guarda algo en su interior, así que tampoco es necesario que sea un lugar.

Tú eres mi Manderley, y anoche soñé que volvía a ti, que entraba en tus dominios una vez más. Soñé que me envolvías de nuevo.

¿Lo soñé?

Originally me

No estoy mosca, es sólo que tengo ganas de escribir automáticamente, echar (de nuevo) pensamientos sobre estas líneas. No puedo estar atosigando a nadie todo el día, todos los días. No va conmigo. Yo me hago notar un poco, y ya luego si me quieres dar un toque pues bien. ¿Me perteneces? ¿Te pertenezco? No existe esclavitud, lo sé, y tampoco pretendo que la haya. Es sólo que se agolpan las ideas en mi cabeza y buscan salida por algún resquicio. El problema viene cuando me pongo a pensar, a divagar, y es un peligro. Soy de los que primero piensan mal y luego intentan pensar bien. Si no das señales de vida, es porque estás ocupada, estás pasándotelo bien, estás pasándotelo mal, no te acuerdas, no te quieres acordar, estás en compañía, quieres estar sola, no tienes saldo, no quieres gastar dinero, no tienes un teléfono a mano, no quieres llamar a secas…

Que conste que no estoy enfadado ni mucho menos, sé que estaba en el Congreso de la M.G.D. y a lo mejor no me querías molestar, pero te puedo asegurar que no lo hubieses hecho. Es más, lo hubiese preferido, para poder escapar de la compañía de tanto médico enchaquetado que tiene a los fisioterapeutas a menos. Escuchar tu voz como un bálsamo… Lo hubiese querido, pero muchas veces no se cumple lo de el que quiere tiene, y el que tiene puede. En fin, estoy cansado y creo que me voy a poner a terminar de ver «La memoria de los muertos», que anoche no pude terminarla porque tenía sueño.

Después

Después de tus besos, ¿llega la oscuridad?
Después de tu risa, ¿llega la soledad?
Después de tu mirada, ¿llega el vacío?
Después de ti... ¿qué?

Lo siento

Siento sentir que lo siento. Lo siento por lo que siento, y siento lo que siento como nunca he sentido. Siento que lo que siento es con sentido, que siento esto porque lo siento. Siento en el alma que siento lo que siento, mientras se me escapa entre los dedos todo esto que siento. Lo que siento es lo que siento, y lo siento si no siento nada más, porque si siento esto es porque siento que te siento. Te siento dentro, muy dentro, dentro de lo que siento. Por eso te siento, y siento lo que siento.

Siento que sientes que te siento, y también siento que me sientes. Siento que sientes que te siento tan sólo por sentir, pero no es así, te siento porque te siento. No te siento porque lo siento, ni tampoco lo siento porque te siento. Te siento porque te siento. Siento que te siento, distinta al sentimiento de la primera vez que te sentí. De verdad que lo siento, pero no puedo evitar sentirme así. Siento no poder decirte lo mucho que te siento, pero siento que sientes que te siento, pues mis sentimientos se sienten, te sienten y los siento.

Lo siento pero… Te siento.

Mi musa

¿Crees en la inspiración? Yo creo en ella, tengo fe. Sin embargo, no estoy esclavizado a ella, porque en el fondo sé la verdad. Sé que a veces puedo prescindir de ella, a veces necesito estar sólo, yo y mis pensamientos.

En realidad, pocas veces logro estar solo, porque en cuanto me descuido apareces y te conviertes en mi inspiración. Me divierto cuando juegas conmigo, intentando esconderme de ti y regocijándome cuando me encuentras. Siempre logras escapar del laberinto y acabas abrazada a mí, aunque no te toque. Te imagino, tu piel contra mi piel, tan suave, tan dulce… ¿Lo ves? Ya me has vuelto a encontrar y vuelvo a pensar en ti. Eres mi inspiración, y siempre vuelves a mí.

Y es que las cosas más bellas no siempre nacen de la inspiración. Tú, por ejemplo, apareciste un día y, qué casualidad, al igual que mi inspiración, sin esperarte y sin avisar, y ahí te quedaste, colgada de mis pensamientos.