El día 5 fue tu cumpleaños, y ese día lo compartiste conmigo. Sólo tenía un regalo para darte, un regalo anunciado hace tiempo, pero no por ello con menos importancia o ausencia de sentimiento. Los otros dos te los daré, no te preocupes, sólo tengo que conseguir los medios logísticos para tal efecto y te los entregaré. Sin embargo, este cumpleaños ha sido un poco extraño, tal vez porque te enfadaste conmigo, con razón, o tal vez por otra cosa que no sé o no quiero saber. Me tengo que despertar temprano mañana por la mañana, para subir a La Laguna y buscar tus regalos… ¿Habrá más cumpleaños que compartir? El tiempo siempre decide por nosotros.
Heridas…
La noche me mordió, me contaminó, como todas las heridas por mordedura, y desde entonces escribo en la oscuridad. La curiosidad me picó y desde aquel momento he sido una mente inquieta en busca del saber. El ángel de los ojos cubiertos me lanzó una flecha y desde ese instante sangra mi corazón.
Heridas de guerra al fin y al cabo…
Aquí abajo en el suelo (y III)
Sigo con mi relato, con las crónicas del que anda sobre la tierra, aquí abajo en el suelo. Sí, todavía estoy aquí, viviendo en el suelo y soñando en el cielo. Dije que estaría aquí, siempre estaré aquí, para que te sea fácil encontrarme cuando quieras buscarme. Ahí arriba en el cielo todo es un bullicio, gente de un lado a otro, siempre con prisas, volando de aquí para allá, y tú bregando con todos ellos, manteniéndolos a raya, aguantando, siempre soportando las inclemencias.
Te pregunto la razón de por qué estás así, pero no me cuentas, cosas tuyas al fin y al cabo, ¿verdad? Aquí abajo en el suelo no tengo tantos problemas, pues no me pretenden. ¿Quién lo iba a hacer al fin y al cabo? Todo el mundo está ahí arriba, ajetreado, luchando por conseguir a la persona que desean. A veces pienso que no hice bien diciéndote todo lo que te dije, a saco como lo calificaste, sin tapujos como lo califico. Ya, ya sé que no eres un premio, que tú eliges con quién estar o no, pero a veces no me siento merecedor de tal privilegio. Si no te hubiese dicho lo que te dije, todas aquellas cosas, mi verborrea sentimental, ¿hubiese caído en tu regazo? Tal vez debí haber ido más despacio, ser la persona que esperan que sea, seguir las reglas impuestas por ellos. No, aquí abajo en el suelo no se puede andar con velos, con palabras tras las celosías, porque la soledad siempre acecha en cada esquina, agazapada bajo las sombras, esperando poder con tu voluntad y llevarte a su reino.
Si es que hay veces que estar solo es necesario, no se puede pensar claramente cuando tus formas seducen a mis ojos y secuestran a mi volundad… ¿Pero qué hacer cuando la soledad es tu única compañera, cuándo lo único que puedes hacer es imaginar cómo es la vida ahí arriba en el cielo? ¿Qué hacer cuando mi imaginación vuela hasta ti en los momentos de tu ausencia? No puedo escapar a ti, estoy atrapado entre las plumas de tus alas y, sinceramente, quiero quedarme ahí, mecido por tus movimientos mientras mi cuerpo descansa dormido aquí abajo en el suelo.
Aquí en el suelo hace frío, pero estar ahí en el cielo resulta más gélido aún, porque no es mi lugar y todos lo saben y me miran de soslayo, unos con odio y otros con rencor, un rencor arraigado en la envidia que sienten por no poder ser ellos los que jueguen con tus labios. No lo sé, aquí abajo en el suelo hay mucho tiempo para pensar, y a veces creo que no debí haber irrumpido en tus dominios. Ellos me consideran un problema, y no sé si te he creado algún dilema a ti.
Sabes que si la solución está en mis manos, las puedes tomar. Claro, después de todo, ¿qué puede hacer alguien que está aquí abajo en el suelo?
Some kind of illness
Siento que tengo algún tipo de enfermedad dentro de mí, en mi mente, en mi alma. Veo tu cuerpo, tus formas, y no siento lo mismo que sentí aquella vez. Cierto matiz de indiferencia se respira en el aire, pero no sé si son alucinaciones o realmente está ahí, asfixiando todo lo que me importa… O tal vez en pretérito, no lo sé.
No quiero perderte, pero para ello tengo que perder otras cosas. No pensé que tuviese que renunciar a nada para estar contigo, que no me obligarías a hacerlo. No he dejado a mis amigos, no he dejado a mi familia, tampoco las cosas que me gustan, tampoco a los conocidos… Nunca llueve a gusto de todos, no se puede mantener contento a todo el mundo, siempre lo he dicho pero como otras muchas veces no acabo de aplicármelo.
No merecen mi preocupación los que no me importan, así como tampoco me importa lo que digan. Al fin y al cabo, sólo los más allegados tienen el poder y la maldición de hacerme daño. Sólo a los que he permitido ese honor, sólo a ellos les aprecio. Siempre ocurre lo mismo, el dilema del erizo, mientras más te acercas más daño haces. ¿Y qué hago yo?
Mis niveles de serotonina se han estabilizado, al fin, y con la cabeza fría pienso muchas cosas. ¿Qué he hecho en este tiempo? Hemos pasado buenos y malos momentos, pero no quiero que acaben ahí, sólo que tal vez de una manera más serena. ¿Serás capaz de entenderlo? Sabes que si tengo que renunciar a ti prefiero que sea definitivo, porque es preferible sufrir un tiempo finito que poco a poco cada día, mientras te veo y no te puedo tocar, recordando tiempos pasados.
Estoy cansado y no sé de qué, tengo el cuerpo cansado, tengo la mente cansada, tengo el alma cansada. Son muchas cosas que se juntan, e individualmente no son pesadas, pero todas juntas son una carga importante… Ayúdame en mi tarea, por favor. ¿Dónde estás, conciencia?
Malito
Draco está enfermo, ayer estuvo vomitando, temblando, desganado, triste. Hoy lo llevamos al veterinario y le pincharon antibióticos y primperán. A ver si se mejora el pobre…
Inconexus (y VIII)
Tengo un pelo en la boca y no sé de qué coño es.
Mi alma está cansada.
Rebelde como la flor que se escapó del tiesto.