Regalo mi vida privada

Definitivamente, lo que ocurre en Facebook es digno de un estudio antropológico serio y riguroso. La gente parece que olvida el auténtico valor de la privacidad y se dedica a publicar a diestro y siniestro lo primero que les pasa por la cabeza.

Parece buena idea que nuestros contactos vean fotos sobre lo bien que nos lo pasamos en la última reunión de la secta religioso-sexual que nos ha captado recientemente. O qué divertida fue aquella noche de fiesta en la que acabamos tirados en el suelo al borde del coma etílico y mientras un perro nos meaba encima. No entro a cuestionar estas y otras actividades, cada uno hace con su vida lo que le da la gana, pero lo cierto es que algunas cosas no deberían salir jamás de una cámara de fotos o un móvil.

Condescendent Wonka

Otra conducta curiosa es la de publicar los propios sentimientos. Oye, que todos somos humanos y está bien que hagas un alarde de sinceridad, pero de ahí a desahogarte públicamente creo que va un buen trecho. Vale, estás harta de que los tíos te usen sólo para actividades eroticofestivas. ¿Qué quieres? ¿Que te dejen un billete de cincuenta euros en la mesilla de noche cuando huyen de tu cama en cuanto tienen oportunidad?

Luego están los que proclaman a los cuatro vientos cuánto se quieren y se aman y se adoran y se desean. A todas estas personas que hacen declaraciones públicas de amor, muchas gracias. De verdad, muchas gracias, porque cada vez que leo algo así compruebo la increíble capacidad de mi cuerpo para soportar la diabetes aguda transitoria y los movimientos peristálticos convulsivos. Las náuseas las controlo bien, pero la diarrea es una auténtica amenaza. No sé para qué tanta fibra, un repaso rápido al Facebook por la mañana y mi tránsito intestinal se pone en marcha como un reloj suizo.

Y bueno, no me podía olvidar de los que se ponen a llorar a moco tendido porque su pareja los abandonó… A esas personas les recomiendo un libro finalista de los premios Planeta entretenido y fácil de leer para no hacer ese tipo de tonterías, dejar de hacer el ridículo [sin acritud] y salir adelante: Adiós, amor.

Si seguimos hablando de la fauna social, también existe un grupo que se podría enmarcar a medio camino entre el escaparatismo y la ingeniería social. Siempre están en todas las fiestas y/o eventos, conocen a todo el mundo, hacen mostrar al mundo lo genial que es su vida, no se les conoce ocupación remunerada o no y siempre están o en la playa o en la piscina o en cualquier otro lugar que creen que pueda despertar envidia entre el resto de sus contactos. Se afanan en hacer saber dónde han estado, con quién y lo bien que se lo pasan, pero luego habría que comprobar cómo es su vida en la realidad, vaya usted a saber.

Y, por supuesto, luego están las portadas de revistas. Todos conocemos a alguien así, que no duda un instante en sacarse fotos con poca ropa para mostrar su cuerpo mientras pone cara de pato. ¿Qué clase de mente perturbada piensa que puede resultar atractivo poner los labios así? Bueno, sí, los que se han inyectado colágeno y las actrices porno baratas.

Por cierto, en Facebook existen unas opciones de privacidad que estoy seguro que más de uno y una desconoce. En fin, tal vez haría falta algún cursito sobre uso racional de las redes sociales.

Elecciones

FantasmaTodos los días tenemos que tomar decisiones, más o menos importantes. ¿Qué opción elegir? En mi cerebro comienza un proceso de evaluación de variables mediante el cual pretendo sacar en claro cuál es la respuesta correcta a mi problema. La experiencia marca este proceso de análisis de manera capital. ¿Pero qué es la experiencia? Como decía Ambrose Bierce, cínico y sarcástico hasta la médula, la experiencia es «la sabiduría que nos permite reconocer como una vieja e indeseable amistad a la locura que ya cometimos».

La sabiduría no es nada sin la memoria, y la memoria no es nada sin datos. Pero, ¿los conocimientos hacen al hombre más sabio? En absoluto, es más sabio aquel que sabe discernir y hacer uso de aquello que conoce que aquel otro con una capacidad de reminiscencia superior que no sabe qué hacer con tanta información. Vaya consuelo… ¿Nadie me puede ayudar en esta complicada tarea?

Hay otras vocecillas que susurran palabras a mi oído: también están invitadas a la fiesta las creencias y las expectativas. Ambas dos se basan en criterios no muy fiables. Las primeras principalmente harán uso de las emociones y los sentimientos que rondan en ese lugar de mi mente que algunos llaman «corazón» y poco tiene que ver con esa bomba hidráulica ubicada en mi pecho. Las segundas harán malabarismos con las probabilidades, números al fin y al cabo, espejismos estadísticos que de lejos se asemejan a certezas. Elucubrarán las posibles consecuencias y me las mostrarán como bocetos de lo que podría llegar a ocurrir.

Esto no quiere decir que deban ser desechadas, simplemente tengo que aprender a escucharlas de manera crítica, con dosis variables de escepticismo y credulidad. Resultaría sumamente fácil si todo se pudiese clasificar en categorías binarias. Nada es blanco o negro, nada es positivo o negativo. La verdad no existe, es una ilusión que depende del sistema de referencia que se utilice en su evaluación. ¿Es que sólo hay incertidumbres en este laberinto?

La religión se basa en creencias, y mis creencias son difíciles de modificar porque suponen la base de sustentación de muchos pensamientos, algo así como los cimientos sobre los que se asientan los constructos de mi «lógica». Pensar que el edificio de mi mente puede verse reducido a escombros por una modificación de los pilares me produce vértigo. La ciencia, por otra parte, se basa en teorías, datos que por su propia naturaleza los acepto como transitorios. Por eso, si soy científico, si una teoría echa abajo algo que tomaba como una certeza podré sobrellevar mejor el cambio. Sin embargo, si soy un fanático religioso, me aferraré al ataúd de aquella idea decrépita para evitar ahogarme.

La ciencia y la religión son incompatibles entre sí. El pensamiento crítico y la fe son como el agua y el aceite. Me vestiré con una toga negra de puños blancos y una peluca de pelo canoso peinada en curiosos rulos. Tendré que sentar a todos los implicados en la sala del juzgado, escuchar todas sus confesiones y tratar de dar un veredicto.

Creo que al final la única respuesta correcta será la que me dé resultados favorables a mis intereses. Aunque, hablando de intereses… Ahora que lo pienso, quizás debería haber empezado por tener bien clara cuál es la meta antes de romperme la cabeza planteando el itinerario sobre un mapa sin destino.

Pensamiento del día

Echando raíces

Perder el tiempo es regalar tu compañía a alguien que no la sabe valorar adecuadamente.

Tener poder es tener la capacidad de hacer mucho daño a alguien y, en una muestra de benevolencia, finalmente decidir no hacerlo.

El drama de sentirse engañado no consiste en la mentira sino recordar las veces que se ha actuado en base a algo que se consideraba como una verdad.

Pensamiento del día

Jaque

El mundo siempre es un poco distinto detrás de la cortina.

Si no te atreves tal vez nunca llegues a saberlo.

Todos somos extraños a los ojos de otros hasta que nos conocemos; al igual que a ti te gustaría, intenta dejar a un lado los prejuicios que tengas sobre los demás.

Pensamiento del día

Escritorio

Mantener el orden siempre requiere de un gasto de energía; a veces simplemente no vale el esfuerzo.

Vivir es una de esas cosas que no se intentan, simplemente o estás vivo o estás muerto.

Es bastante difícil mantener la compostura y fingir que crees lo que te alguien te dice cuando sabes que te está mintiendo.

Pensamiento del día

Playground

Si no compartes lo que tienes tendrás muchos juguetes pero pocos amigos con los que poder disfrutarlos.

Tener a alguien a tu lado no siempre significa que tú tengas compañía.

Leer no es sexy y llevar gafas tampoco; ahora bien, una chica sexy con gafas y leyendo, eso sí.