Tú iluminas mi habitación con tu piel desnuda y lo cierto es que no me gusta la oscuridad. Las luces son demasiado brillantes, o eso dices. Mejor las apagamos y empezamos a conversar. Tu mirada en la oscuridad te delata, sé que me deseas, pero si prefieres puedo actuar como que no lo sé... ¿Quién enciende la luz? De nuevo nos ha amanecido. Te vistes y coges tu abrigo, tienes que irte otra vez. Ante todos actúas como si no me hubieras visto. No pasa nada, he aprendido que puedo aparentar. Estamos conectados, no ocultes los sentimientos, pero claro, no está bien, el miedo al qué dirán. Pero me siento atraído por la manera en que te mueves y me tienes ahogándome por las cosas que sabes y ahora ya nada puede detenerme. No estoy teniendo en cuenta las reglas, porque esto está fuera de todo control. No trato de buscar las palabras adecuadas porque ya las has escuchado cientos de veces. Ya es demasiado tarde, sé que te tengo atrapada. Al diablo con las reglas, ¿quién las impuso? Todo esto se escapa de nuestro control.