–¿Vas mucho a la taberna? –me preguntó.
–Pues sí –contesté con desgana–; ¿qué va uno a hacer? En fin de cuentas, es lo más
divertido.–¿Tú crees? Puede ser. Desde luego, la embriaguez, lo báquico, tienen su misterio. Pero me parece que la mayoría de la gente que anda sentada en las tabernas no tiene idea de eso. Me da la impresión que precisamente el meterse en las tabernas es algo muy adocenado. ¡Lo bueno sería pasar la noche entera con antorchas encendidas, en una verdadera orgía desenfrenada! Pero eso de tomar un vasito tras otro no creo que sea muy interesante, ¿no? ¿O acaso puedes imaginarte a Fausto sentado noche tras noche en la taberna?
Yo bebí y le miré con hostilidad.
–Bueno, no todos somos Fausto –respondí secamente.
Me miró un poco sorprendido.
Luego se echó a reír con la frescura y la superioridad de siempre. ¡Bah! ¿Para qué discutir? En todo caso, es probable que la vida de un borracho y libertino sea más animada que la del ciudadano intachable; y además –he leído una vez– el libertinaje es la mejor preparación para el misticismo. Siempre son hombres como San Agustín los que se convierten en profetas. También él fue antes un disoluto y un hombre de mundo.
Yo sentía desconfianza y no quería dejarme dominar por él. Así contesté muy indiferente:
–¡Sí, cada cual según su gusto! A mí, si quieres que te sea sincero, no me interesa ser profeta o algo parecido.
Demian me lanzó una mirada inteligente con ojos ligeramente entornados.
–Querido Sinclair –dijo lentamente–, no tenía intención de molestarte. Además, ninguno de los dos sabemos con qué fin vacías ahora tu vaso. Pero aquello que tienes en tu interior, aquello que conforma tu vida, sí lo sabe; y es bueno tener conciencia de que en nosotros hay algo que lo sabe todo, lo quiere todo y lo hace todo mejor que nosotros. Pero, perdona, tengo que irme a casa.
Hermann Hesse. Demian
Pensamiento del día
Las ideas antiguas sólo dejan de tener validez cuando son reemplazadas por otras nuevas.
Es una difícil decisión elegir entre lo que queremos hacer y lo que debemos hacer, salvo en esas raras ocasiones en las que coinciden ambas opciones.
Me gusta la música, pero sólo como la que usted toca; música absoluta, en la que se siente que el hombre golpea las puertas del cielo y del infierno. Creo que me gusta tanto la música porque es poco moral. Todo lo demás lo es; y yo busco algo que no lo sea, la moral hace sufrir. – Hermann Hesse.
Pensamiento del día
Equinoccio de primavera
Llega la primavera y dicen que altera la sangre y los corazones, aunque como yo ando todo el año de la misma manera tampoco supone demasiada diferencia salvo por los posibles brotes de alergia.
Navego a la deriva y perdido bajo la luz de un sol mortecino a rastras y con pasos cansados persiguiendo a quien huye de mí. Vivo, pero a la vez algo muerto, con un hueco en el centro del alma que ocupara hace ya tanto tiempo mi viejo espíritu malherido. Sufre mi corazón de agujetas por muchos latidos derramados por otro corazón orgulloso, por un amor no correspondido. Un cuerpo maltrecho y dolorido de huesos, carnes y sentimientos, con una pena intensa en el pecho por suspirar por quien no ha querido. Mis ojos pasean su mirada buscando cierto bálsamo en vano que alivie por fin el sufrimiento de vivir con este sino amargo.
Y seguimos viendo pasar las estaciones, cambiando el tiempo, los olores y también los colores, pero hay ciertas cosas que no cambian, nunca cambian…