Ayer asistí de nuevo al escenario ubicado en la Plaza de Europa del Puerto de la Cruz donde tienen lugar algunos conciertos del XIX Festival Internacional Canarias Jazz & más Heineken. Anoche comenzó el espectáculo J.A.M. Trio, la agrupación formada por el grancanario José Alberto Medina al piano y los argentinos Paco Weht al contrabajo y Mariano Seimberg a la batería. Su interpretación está muy marcada por estilos como el swing, el afrobeat o el drum&bass, por lo que se encuentran mejor ubicados en el «nu jazz» más que en el más clásico.
El piano sonó de manera fantástica y destacó por la elegancia melódica de sus interpretaciones en solitario, con gran expresividad del músico y complicidad con sus compañeros. El bajo marcó las notas de manera perfecta, como un reloj, y en los solos consiguió arrancar profusos aplausos por parte del público. La batería ejecutó la parte rítmica increíblemente sobre todo en las piezas más cercanas al estilo drum&bass, con cambios ajustados y sincopados que, personalmente, me encantaron. Este trío interpretó piezas variadas presentes en los tres discos editados e incluso regaló una pieza inédita presente en su cuarto disco que en camino.
A continuación hizo acto de presencia Jacques Schwarz-Bart Quartet, cuarteto que toma su nombre de su saxofonista nacido en la caribeña isla de Guadalupe, en Las Antillas. El resto del grupo lo forman Baptiste Trotignon al piano, Reggie Washington al bajo y Leon Parker a la batería. Tanto el pianista como el bajista poseen discos propios en su haber, lo que confiere a este cuarteto un alto nivel profesional. Los temas que interpretaron estaban marcados por los orígenes isleños de Jacques Schwarz-Bart pero combinados con el estilo bebop del jazz entre otras influencias como el afrobeat.
Todos los músicos ejecutaron las piezas de manera fantástica y brillaron especialmente en los solos que cada uno de ellos pudo interpretar, que a título personal fueron mucho más digeribles que los que tuvo Miguel Zenón Quartet, por ejemplo. El bajista alternó entre el contrabajo y el bajo eléctrico en los distintos temas, pero su virtuosismo con ambos instrumentos no dejaba lugar a dudas. Tanto el saxofonista como el batería lucieron gafas de sol oscuras, una excentricidad innecesaria pero totalmente perdonable. En el momento del bis, los músicos hicieron levantar de sus asientos a los presentes y pidieron la participación del público con palmas y coros.
Siempre tengo alguna nota negativa preparada y no iba a ser menos. La mayor parte de los asistentes comentamos lo maltrecha que teníamos nuestra espalda por culpa de los instrumentos de tortura que habían colocado como asientos. Durante la actuación del segundo grupo, afortunadamente en los últimos temas, hicieron aparición unos personajes extraños que gritaban y danzaban como si se hallasne en un estado de secuestro químico, léase alcohol o cualquier estupefaciente.