Bueno, como ya habrá adivinado alguien si ha visto últimamente mi cuenta de Flickr y se ha fijado en la información EXIF de mis últimas fotos, me he comprado una Nikon D90 18-105 VR Kit, un trasto realmente increíble. Después de mucho tiempo, muchos modelos ojeados, mucho suspirar, por fin ha habido una evolución fotográfica en mi vida.
Desde el 3 de diciembre estoy estudiándome el manual y haciendo pruebas con los distintos modos que tiene la cámara. Muchísimas opciones y demasiada información para alguien que se inició en la fotografía con una cámara Nikon de carrete que se encontró olvidada en el barco un año que fui de vacaciones a La Gomera. Fue entonces cuando descubrí las múltiples combinaciones que ofrecían la apertura del diafragma, el tiempo de exposición, la sensibilidad de la película, el enfoque manual…
Después vino la era de las cámaras digitales y otra Nikon entró en mi casa, una compacta de esas de apuntar y disparar. Eso de poder ver cómo había quedado la foto sin necesidad de revelar el carrete estaba bien, pero todo lo que podía hacer con la vieja cámara se había sustituido por botones y, sinceramente, había perdido la gracia. Por aquel entonces las DSLR existían pero a unos precios desorbitados, demasiado lejos de mi bolsillo y muy presentes en mi cabeza, porque siempre me quedé con la cosilla de poder tener una algún día.
Pues bien, los años fueron pasando y, como suele ocurrir, las cámaras cada vez tenían más megapíxeles, eran más pequeñas, tenían más características y eran más baratas. Pasaron por mis manos unas cuantas compactas más hasta que hace unos meses se presentó la oportunidad de conseguir la ya nombrada D90 y fue a principios de diciembre cuando llegó a mis manos. El resto de la historia es el sonido del obturador abriéndose y cerrándose.