Hace tiempo que estoy cansado de alimentar egos en vano. Existen relaciones que denomino como «relaciones resorte«, porque requieren de la acción de una de las partes para que puedan funcionar. Ojo, no he dicho que funcionen bien ni que funcionen mal, simplemente que el mecanismo entre en funcionamiento. Este tipo de relaciones interpersonales envuelve a dos individuos, uno con «ego parásito» y otro con «ego huésped«, en la que el segundo alimenta al primero.
Resulta muy egoísta el recibir y no dar nada a cambio, esperar y no proponer, la auto-denominada «pasividad reactiva» en la que sólo existe respuesta ante un estímulo lo suficientemente intenso como para llamar la atención. No es justo, pero como la parte que se beneficia de esta situación no la va a modificar, es responsabilidad de la parte desfavorecida el tomar una decisión al respecto. No más prostitución aural, hay que reivindicar el valor propio.
La justicia poética se aplica en este caso adoptando e imitando la actitud parásita para con la otra persona, siempre evitando caer en el error de convertirse en un nuevo parásito.
Una respuesta a «Egos parásitos»