Ayer llegué a las doce y algo a mi casa de vuelta del VII Rallye San Miguel. Este año el Centro de Datos estaba en las instalaciones de Rahn en Las Chafiras, al contrario que los otros años que habíamos estado en el Club de Golf de San Miguel. De trabajo, igual que siempre, cogiendo tiempos con los teléfonos Domo de Telefónica, dejándonos los pabellones auriculares a caldo de potas. ¿Cuándo será que compren unos casquitos de telefonistas?
Problemas laborales aparte, creo que éste ha sido el rallye más accidentado y problemático en el que haya estado. También es verdad que al haber 160 coches las probabilidades de que haya problemas son mayores, pero cuando hay tantas averías, salidas de tramo y amonestaciones por parte de la Guardia Civil a los corredores, ahí sabes que algo está fallando. Cuando el coche 0, un Hyundai Sonata absolutamente nuevo, se incendia sabes que la cosa no va a ir bien. Además, cuando el fulano que se encarga del catering nos pega el tranque y nos deja botados sabes que la cosa no va a mejorar. Por si fuera poco, si te tienes que alimentar todo el día de cosas de picoteo de Mercadona sabes que la cosa va a ir mal.
Sinceramente, me estoy pensando seriamente si realmente vale la pena pasar penas y penurias para acabar hecho polvo al final del día. Para el próximo rallye me lo tendré que pensar mucho antes de apuntarme tan alegremente a coger tiempos.