A veces me dan ganas de arrancarle las entrañas a todas esas personas que hacen gala de una ostentosa cualidad para soltar gilipolleces. ¿A ti no? Lo que pasa es que siento una fascinación masoquista por comprobar cuán sorprendente es la capacidad de los humanos para superarse a sí mismos, tanto en lo sublime como en lo escatológico.
Son todos esos ineptos sociales los que me provocan acidez de estómago, los que me gustaría dejar de oír, ver o hablar, pero a la vez estoy enganchado a sus muestras gratuitas de creatividad. Soy un enganchado a la estúpida condición humana de tener que joderlo todo sistemáticamente, sin excepción alguna. Y lo mejor de esta tragicomedia es que yo también formo parte de esta absurda red, de esta viña [en la que tiene que haber de todo, incluso uvas].
Soy fiel seguidor de la tercera ley de Newton, creo en la acción y reacción, porque nunca me ha fallado. Siempre que muevo el tablero, las fichas que hay en él se desplazan. Lo curioso es ver cómo se mueven y hacia qué dirección toma cada una de ellas. Unas me sorprenden, otras confirman mis expectativas y el resto simplemente me provoca acidez.
Voy a mover el tablero de nuevo a ver qué sucede esta vez…