Esta tarde mi madre me ha contado que ayer un tipo intentó suicidarse con una pistola. Lo típico, el cañón apoyado debajo de la lengua y apretar el gatillo.
En un principio daría como resultado sesos, sangre y restos de cráneo esparramados [desperdigados] por todos lados, una estampa bastante fea y aún más difícil de limpiar. ¡Pues no, que ya no nos sabemos pegar un tiro en condiciones! Aparece por el centro de salud con con la piel de la parte inferior de la mandíbula inferior abierta como una cotufa [rosca, palomita de maíz], sangrando como un cerdo y sin poder articular palabra. El médico de guardia casi se desmaya al ver aparecer al sujeto en la consulta, pero no sabe qué le ha pasado, si se ha cortado o se ha clavado algo o cualquier otra posibilidad. El hombre, con gestos, se explica más o menos pero hasta que no saca la pistola con la que se intentó suicidar del bolsillo del pantalón no queda la cosa clara. Por segunda vez el médico casi se desmaya, pero cuando se recompone lo suficiente decide llamar al 112 para que solucionen ellos el tema.
Se presenta una ambulancia y unos agentes de Policía, y se llevan al fulano al Hospital. "Que se las arreglen ellos– habrá pensado el médico –pero a ver cómo quito yo estas manchas del suelo".