Confieso que he errado. Confieso que he herido y también sufrido. Confieso que muchas cosas no te las he confesado y tú también has omitido. Sin embargo…
«La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía.»
Confieso que de bueno he sido tonto, que he estado ciego. Aún ahora sigo sin ver, pero la bruma se ha despejado. De algunas cosas me arrepiento… Otras prefiero olvidarlas. Mi consuelo es mi rabia al mismo tiempo, y es que me he dado cuenta, quizás, demasiado tarde.
Todo sigue igual que siempre, no ha cambiado nada. En realidad, pocas cosas cambian. No obstante, cada uno tiene lo que se merece y si no, ya le llegará.