Resulta que el compositor ruso Shostakovich tenía alojado en el lóbulo temporal de su cerebro un trozo de metralla. Este lóbulo se encarga de todo lo relacionado con la audición. Hasta ahí no hay nada extraño, salvo que el compositor se negaba a ser intervenido para extraerle el fragmento. ¿La razón? Pues que cuando Shostakovich inclinaba su cabeza hacia el lado donde tenía incrustado el trozo de metralla, éste presionaba las zonas temporales provocándole una «epilepsia reminiscente», o una descarga de impulsos que tenía como consecuencia la «audición alucinatoria» de sonidos. La miríada de sonidos que recibía los utilizaba para un uso bastante productivo, ya que de esta manera compuso muchas de sus obras.