Valores fundamentales

DSCN0089Todos tenemos ciertos valores fundamentales, ciertas reglas que marcan nuestra conducta, algo así como la moral y la ética que dictan cómo y quiénes somos. Una vez más, rebuscando entre los papeles de mi escritorio me he encontrado con una lista bastante curiosa:

Valores fundamentales

  1. No hablar de los valores fundamentales.
  2. La sencillez es la mejor manera para conseguir tu objetivo.
  3. Pienso cosas impresionantes luego lo soy.
  4. Decir siempre la verdad… Excepto cuando esos pantalones te hacen parecer una morcilla.
  5. Apuñalar a cualquiera que se atreva a acusarme de sobreactuar.
  6. Hacer cualquier cosa que sea necesaria para completar una tarea… Menos en los momentos para descansar.
  7. Esforzarse para ser cómodamente adecuado.

Como boceto no está nada mal.

Felicidad y placer

Newton's Cradle

No puedo decir que el Facebook me resulte especialmente interesante porque ver fotos de la gente que conozco, leer sus comentarios y en ocasiones participar en ellos es una actividad un tanto tediosa, más parecida a merodear. Sin embargo, a menudo me paseo a menudo por las páginas de esa red social y me da por pensar en distintos temas que me llevan a divagar. La cuestión es que recientemente ha surgido cierto debate porque una de mis contactos ha lanzado la siguiente pregunta al aire:

Si hago lo que debo, seré correcta; si hago lo que quiero, seré feliz. ¿Qué hago entonces?

Se encuentra en una situación curiosa y, a decir verdad, todos nos hemos visto envueltos en alguna encrucijada parecida. Querer, poder, deber… ¿Qué hacer? Al igual que en un problema de lógica, tenemos unos datos y debemos plantear una resolución. En su caso, en primer lugar evaluaría todas las opciones disponibles e incluso buscaría alternativas que en primera instancia no hubiese tenido en cuenta. Luego, con todas las cartas sobre la mesa y en función de las circunstancias que rodeen al problema en sí mismo, elegiría la respuesta más correcta entre aquellas que sean satisfactorias para mis intereses.

Pero claro, en la teoría parece mucho más sencillo de lo que es en realidad la práctica.

¿Quién es el juez que dicta sentencia sobre la corrección o ausencia de ella en una acción? Podríamos decir que uno mismo, en su fuero interno, es su propio juez y verdugo, lo cual es cierto, y también que toda acción tiene su reacción. Ahora bien, ¿qué es lo que se juzga, la acción o la reacción? Esa consecuencia tendrá efectos sobre uno mismo y, muy probablemente, sobre más individuos, que a su vez tendrán su propio juicio acerca de nuestra acción, lo cual dará como resultado una valoración y otra reacción. Es igual que una ficha de dominó que cae y empuja a la siguiente en una sucesión o un péndulo de Newton en el que la bola de un extremo hace que la del otro extremo se mueva.

¿Qué hace que una acción sea correcta o no? Esto depende en gran medida de la educación recibida, los valores inculcados por la familia, las condiciones sociales en las que el individuo se desarrolla, en resumen, la moral y la ética de cada uno. Esas son las caras del prisma a través del cual distinguimos aquello que es correcto de lo que no lo es. Aquí tenemos el primer elemento de discordia a la hora de elegir la forma de actuar.

Imaginemos una partida de billar en la que nuestra acción es golpear con el taco a la bola blanca que, como consecuencia, se desplaza por el tapete de la mesa sin llegar a contactar con otra bola. Como jugadores debemos saber que nuestra acción no ha sido correcta pues hemos malgastado una jugada y hemos regalado dos tiros a nuestro oponente que, también considera que nuestra jugada no ha sido correcta pero, al contrario que para nosotros, para él sí es satisfactoria para sus intereses.

Ahora bien, imaginemos el caso de que un adolescente que desea salir de fiesta un jueves por la noche pero sus padres no se lo permiten porque al día siguiente debe asistir a clase. Si acata la orden de sus progenitores, que va en contra de sus intereses, estará haciendo lo correcto mientras que satisfará a la vez los deseos de sus padres.

En base a esto, podríamos afirmar que cualquier acción, correcta o no, puede tener distinta valoración en función de los intereses de quién la interprete. Así, entra en juego el placer, que no es más que la comparación de las distintas variables presentes en un elemento dado, sea material o no, con las variables que nosotros mismos consideramos como satisfactorias. Si coinciden, nos producirá placer, mientras que si no es así, nos producirá desagrado, y este es el segundo factor disonante que interfiere en nuestra toma de decisiones.

Cuando hablamos de placer debemos saber que nos referimos a la activación de zonas específicas de nuestro cerebro, una respuesta automática y fisiológica de la parte más primitiva de este órgano ante un estímulo concreto pero, ¿el placer, la satisfacción de nuestros intereses, nos hace ser felices? En la mayor parte de los casos sí ocurre de esta manera. Ahora bien, ¿es lo mismo el placer que la felicidad, o viceversa? No, porque la felicidad es un sentimiento, un proceso mental superior, una interpretación de distintas emociones, entre las cuales se encuentra el placer, y que es llevada a cabo por la corteza cerebral.

Es por todo ello que en situaciones como esta es donde la inteligencia emocional y, sobre todo, la empatía, juegan un papel decisivo a la hora de tomar una decisión y llevarla a cabo.

Volviendo al tema de la pregunta de esta conocida, ha recibido bastantes respuestas, entre ellas la mía. Creo que he sido lo suficientemente asertivo y conciso a la hora de expresar mis pensamientos pero he podido comprobar que no me encuentro dentro de la tendencia general. No tengo idea si las respuestas de las demás personas están sesgadas por la proximidad afectiva o si realmente usan esa manera de actuar en su vida diaria. Sinceramente, si se trata de esto último me preocupa porque he podido extraer algunas perlas:

  • Hay que hacer lo que a uno le apetece hacer, no se debe tener en cuenta nada más.
  • Lo que te hace feliz es lo correcto, la opinión de los demás al respecto no importa.
  • Hay que ser egoísta y pensar en uno mismo, el altruismo es una anécdota.
  • Hay que ser feliz a toda costa, el fin justifica los medios.

La proporción ha sido mi opinión contra siete individuos que hacen apología del hedonismo más radical, y aunque sé que la población de estudio no es estadísticamente significativa me da mucho que pensar acerca de las motivaciones de la gente hoy en día y en nuestra sociedad. No es nada nuevo, la verdad, porque todos nosotros buscamos el placer propio aunque hay quien usa caminos un tanto cuestionables.

Excusas de saldo

No es que los admire, pero me parece increíble cómo hay personas que usan unas excusas tan baratas que hasta dan vergüenza ajena. Bueno, tengo que aclarar que esto en sí mismo no es digno de admiración, lo que sí es digno de admiración es usarlas aún a riesgo de que la otra persona note la «calidad» de la excusa o, incluso, sabiendo que la otra persona lo sabe con certeza. Esto es, yo sé que lo que me dices es una excusa barata, y tú sabes que lo sé, pero incluso así me lo dices con toda tu desfachatez.

25 February 2007

Quien quiere algo encuentra una manera; quien no quiere nada encuentra una excusa.

Pues es cierto, y como últimamente sólo encuentro excusas baratas y pasividad reactiva siento que estoy perdiendo el tiempo, y como no me gusta nada perder el tiempo, pues me toca la moral y esto me invita a valorar de distinta manera ciertos datos y a tomar decisiones al respecto. Creo que la falta de diplomacia es tan mala como el exceso de ella, y creo que yo me encuentro en ese extremo de exceso.

In medio stat virtus quando extrema sunt vitiosa

Gran verdad, y por eso creo que es hora de hacer tolerancia cero con algunas cositas y dejar de pensar en lo que es más políticamente correcto o las reacciones colaterales que puedan provocar mis palabras. Es hora de volver a ser el «suave» y quitarle el polvo a este título que colgaron una vez en mi pared. El momento de mendigar ya pasó, ahora toca regalar caricias con la lija del 40 a quien se lo merezca.

Por cierto, ¿mi excusa para escribir? Escribir con la mente, el corazón y el alma. Supongo que también será una excusa barata dependiendo de quién me juzgue…