No es nada fácil

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Que sepas que no es nada fácil
cuando despierto de madrugada
con frío, temblando en la cama.
Y al girarme te huelo,
y en la oscuridad te tiento
para calmar lo que siento,
pero es sólo tu olor en mi almohada.

Que sepas que no es nada fácil
cuando a mi lado te veo pasar
y un silencio helado me hace callar.
Y quiero poder decirte
que tienes razón, que soy cobarde,
sin agallas, por no animarme
a tan sólo dejarme llevar.

Que sepas que no es nada fácil
no mirate, tan lejos y tan cerca
cuando tan sólo ayer besaba tu nuca.
Porque aún perdura el recuerdo
sobre mis labios, aquellos besos mudos,
de cuando nos unimos en el nudo
de quien al fin encuentra lo que busca.

Que sepas que no es nada fácil
arrancar del pecho la esperanza
apostando todo o nada a la ausencia.
Para luego darte cuenta
que esa presión que tanto aprieta
no abandona, se aferra a la puerta
y más se clava como una lanza.

Pero supongo que tú ya lo sabes,
que no es nada fácil...
Sentir.

Conversaciones con Demian

–Hoy he asistido a vuestra clase –dijo–. Sobre la historia de Caín, el que llevaba un estigma en la frente, ¿no? ¿Te gusta?

No, pocas veces me gustaba lo que tenía que estudiar. Sin embargo, no me atrevía a decirlo, porque era como si estuviera hablando con una persona mayor. Contesté que la historia me gustaba.

Demian me dio unas palmaditas en el hombro.

–No necesitas fingir, amigo. Pero esa historia es verdaderamente muy rara, mucho más que la mayoría de las que se tratan en clase. El profesor no ha dicho mucho; sólo lo habitual sobre Dios y el pecado, y todo eso. Pero yo creo…

Se interrumpió sonriendo y me pregunto:

–Oye, ¿pero esto te interesa? Pues yo creo –continuó– que la historia de Caín se puede interpretar de manera muy distinta. La mayoría de las cosas que nos enseñan son seguramente verdaderas, pero se pueden ver desde otro punto de vista que el de los profesores y generalmente se entienden entonces mucho mejor. Por ejemplo, no se puede estar satisfecho con la explicación que se nos da de Caín y la señal que lleva en su frente. ¿No te parece? Que uno mate a su hermano en una pelea, puede pasar; que luego le dé miedo y se arrepienta, también es posible; pero que precisamente por su cobardía le recompensen con una distinción que le proteja y que inspire miedo, eso me parece muy raro.

–Sí, es verdad –dije interesado. El asunto empezaba a intrigarme–. ¿Pero cómo vas a interpretar si no la historia?

Me dio una palmada en el hombro.

–¡Muy sencillo! El estigma fue lo que existió en un principio y en él se basó la historia. Hubo un hombre con algo en el rostro que daba miedo a los demás. No se atrevían a tocarle; él y sus hijos les impresionaban. Quizás, o seguramente, no se trataba de una auténtica señal sobre la frente, de algo como un sello de correos; la vida no suele ser tan tosca. Probablemente fuera algo apenas perceptible, inquietante: un poco más de inteligencia y audacia en la mirada. Aquel hombre tenía poder, aquel hombre inspiraba temor. Llevaba una «señal». Esto podía explicarse como se quisiera; y siempre se prefiere lo que resulta cómodo y da razón. Se temía a los hijos de Caín, que llevaban una «señal». Esta no se explicaba como lo que era, es decir, como una distinción, sino como todo lo contrario. La gente dijo que aquellos tipos con la «señal» eran siniestros; y la verdad, lo eran. Los hombres con valor y carácter siempre les han resultado siniestros a la gente. Que anduviera suelta una raza de hombres audaces e inquietantes resultaba incomodísimo; y les pusieron un sobrenombre y se inventaron una leyenda para vengarse de ellos y justificar un poco todo el miedo que les tenían. ¿Comprendes?

–Sí, eso quiere decir que Caín no fue malo. Entonces, ¿toda la historia de la Biblia es mentira?

–Sí y no. Estas viejas historias son siempre verdad, pero no siempre han sido recogidas y explicadas como debiera ser. Yo pienso que Caín era un gran tipo y que le echaron toda esa historia encima sólo porque le tenían miedo. La historia era simplemente un bulo que la gente contaba; era verdad sólo lo referente al estigma que Cain y sus hijos llevaban y que les hacían diferentes a la demás gente.

Yo estaba asombrado.

–¿Y crees que lo del asesinato no fue tampoco verdad? –pregunté emocionado.

–¡Oh, sí! Seguramente es verdad. El más fuerte mató a uno más débil. Que fuera su hermano, eso ya se puede dudar. Además, no importa; a fin de cuentas, todos los hombres son hermanos. Así que un fuerte mató a un débil. Quizá fue un acto heroico, quizá no lo fue. En todo caso, los débiles tuvieron miedo y empezaron a lamentarse mucho. Y cuando les preguntaban: «¿Por qué no le matáis?», ellos no contestaban, «porque somos unos cobardes», sino que decían: «No se puede. Tiene una señal. ¡Dios le ha marcado!» Así nació la mentira. Bueno no te entretengo más. ¡Adiós!

Dobló por la Altgasse y me dejó solo, sorprendido como jamás en toda mi vida. Nada más desaparecer, todo lo que me había dicho me pareció increíble. ¡Caín un hombre noble y Abel un cobarde! ¡La señal que llevaba Caín en la frente era una distinción! Era absurdo, blasfemo e infame. Y Dios, ¿dónde se quedaba? ¿No había aceptado el sacrificio de Abel? ¿No quería a Abel? ¡Qué tontería! Y empecé a pensar que Demian me había tomado el pelo y quería ponerme en ridículo. ¡Qué chico más inteligente y qué bien que hablaba! Pero no, no podía ser.

De todos modos, nunca había recapacitado tanto sobre una historia, fuera o no de la Biblia. Y hacía tiempo que no olvidaba tan por completo a Franz Kromer, durante horas, una tarde entera. En casa leí la historia otra vez, tal como estaba en la Biblia. Era breve y clara. Resultaba una insensatez buscarle una interpretación especial y misteriosa. ¡Así cualquier asesino podría declararse elegido de Dios! No, era absurdo. Lo fascinante era la manera tan ligera y graciosa con que Demian sabía decir las cosas, como si todo fuera tan natural. Y además, ¡con qué mirada!

Sin embargo, algo había en mí mismo que no estaba en orden sino en franco desorden. Yo había vivido en un mundo claro y limpio, había sido una especie de Abel, y ahora me encontraba metido en el «otro» mundo. Había caído tan bajo y, sin embargo, no tenía en el fondo tanta culpa. ¿Qué había sucedido? En ese momento me vino un recuerdo que casi me cortó la respiración. En aquella tarde aciaga, que dio comienzo a mi actual desgracia, había ocurrido aquello mismo con mi padre; durante un momento fue como si le hubiera desenmascarado y despreciado a él, a su mundo y a su sabiduría. Sí, en aquel momento yo, que era Caín y llevaba una marca en la frente, pensé que esa marca no era una vergüenza sino una distinción y que yo era superior a mi padre, superior a los buenos y piadosos precisamente por mi maldad y mi desgracia.

Entonces no comprendí estas cosas con mente clara, pero las intuí en una llamarada de sentimientos, de extrañas emociones, que me dolían pero me llenaban de orgullo. ¡De qué manera tan extraña había hablado Demian de los valientes y de los cobardes! ¡Cómo había interpretado la señal en la frente de Caín! ¡Y cómo habían brillado sus ojos, sus extraños ojos de hombre! Se me ocurrió que Demian mismo era un Caín. ¿Por qué le defendía si no se sentía semejante a él? ¿Por qué tenía aquel poder en la mirada? ¿Por qué hablaba tan despectivamente de los «otros», los cobardes, que son en verdad los piadosos, los elegidos de Dios?

Con estos pensamientos no acababa de llegar a ninguna conclusión. Una piedra había caído en el pozo: el pozo era mi alma joven. Durante mucho tiempo esta historia de Caín, con el homicidio y la «señal», fue el punto de partida de mis intentos de conocimiento, duda y crítica.

Hermann Hesse. Demian

Usos comunes de una red social

Ese dorado néctarDespués de un minucioso e intensivo proceso de recogida de datos, en el departamento de investigación de Liberitas hemos logrado sintetizar algunos patrones de comportamiento de los usuarios de las redes sociales más populares. Una advertencia, si usted es de esas personas sensibles que se sienten heridas con facilidad o simplemente no entiende un carajo de sarcasmo le aconsejamos que pruebe a leer un cuento de Disney antes que continuar leyendo este post. Sin acritud.

Otra cosa, hemos seleccionado la imagen de este post intencionadamente porque en el departamento nos gusta a pesar de no tener nada que ver con el tema.

¿Esto no era una página de contactos? Vaya timo, aquí no hay manera de ligar.

No me gusta la soledad, por eso invento amistades virtuales para sentirme en compañía o simplemente regodearme en la soledad de los demás.

Soy incapaz de superar mis antiguas relaciones de pareja, así que paso el tiempo controlando cada uno de sus movimientos; de otra manera me podrían denunciar por acoso.

Tengo una afición patológica al voyeurismo, me encanta conocer cualquier detalle de la vida de los demás porque, en el fondo, mi vida está tan vacía que trato de llenar los huecos con esos fragmentos de información ajena.

Tengo algo que decir y me gustaría que todos mis amigos lo supieran, porque doy por hecho que tienen algún interés en dedicar su tiempo a leer lo que escribo. Además, si comentan algo al respecto no harán sino reforzar mis ansias de atención.

Estas fotos son de la última actividad que llevé a cabo, donde se puede observar mi cara de satisfacción, aunque puede que en realidad no me lo haya pasado tan bien como trato de aparentar. La cuestión es que estuve ahí, eso es lo verdaderamente importante, el resto es secundario.

Me gusta compararme con el resto de mis amigos porque así puedo sentir que he triunfado mientras que ellos son unos fracasados. Eso sí, si encuentro que a alguno de ellos le va mejor que a mí entonces lo elimino de mi lista, no me gusta la gente que va alardeando por ahí de sus éxitos.

Conocí a alguien la pasada noche que salí de fiesta y me ha agregado a su lista de amigos, pero si veo algo en su perfil o en sus fotos que no me guste prometo que pulsaré el botón de eliminar. En mi lista sólo tengo amigos con cierto poder adquisitivo o atractivo físico, el nivel cultural no me parece tan importante.

He publicado este enlace porque tiene alguna importancia para mí; en realidad lo hago porque posee algún mensaje que quiero transmitir pero no tengo en cuenta que todo ello surge de mi propia interpretación, que es totalmente subjetiva y probablemente muy poca gente coincida conmigo o le parezca interesante en lo más mínimo.

Tengo alguna opinión acerca de ti pero soy tan cobarde que mi manera de hacértelo saber es mediante este mensaje impersonal con destinatario indeterminado, para que no sepas si realmente lo he escrito para ti o para otra persona. No obstante, esto no es más que una absurda manera de engañar a mi conciencia para tratar de aplacar la ansiedad que me provoca tener estos pensamientos que guardan relación contigo y no me atrevo a decírtelos directamente.

Voy a colocar una foto en mi perfil sacada desde algún ángulo extraño, alguna que haya pasado por filtros de edición digital de imágenes, alguna en la que muestre alguna parte específica de mi cuerpo o simplemente una foto en la que no se noten mis defectos anatómicos. De esta manera me promocionaré y conseguiré que mi autoestima suba cuando comience la avalancha de peticiones de amistad, cosa que no ocurre en la vida real. Si no funciona, tendré que buscar otra foto más sugerente que cumpla los requisitos.

El amor según Quevedo

Retrato_de_Francisco_de_Quevedo

Clásico poema de Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas.

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.

Este es el niño Amor, éste es tu abismo.
¡Mirad cual amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!

Así de contradictorio es.