Historia y cáncer

Av PágA estas alturas creo que es de dominio público que mi interés por ciertos temas a menudo no es compartido por el resto de la gente a mi alrededor. El ejemplo más reciente fue la introducción a un trabajo de Enfermería Comunitaria sobre la evolución histórica del cáncer de pulmón desde hace treinta años.

La cuestión es que, como era de esperar, me he venido arriba y me he puesto a buscar información sobre la etimología de la palabra «cáncer», que ya conocía pero a nivel de curiosidad y no en profundidad.  Luego me he liado con ciertas nociones de literatura clásica, un poco de historia antigua y, ya que estaba, una pizca de paleopatología.

Vamos, una bola de nieve cuesta abajo.

Y como también era de esperar, son cosas que sabía que no iban a interesar al resto de integrantes de mi grupo de trabajo. No les reprocho nada, en realidad he sido un poco egoísta y, como me lo he pasado tan bien buscando información que me resultaba tan curiosa, pues me ha salido una introducción un poco extensa.

Luego al reunirnos y ponerlo en común se ha decidido reducirlo considerablemente. Bueno, no hemos puesto en común nada porque he sido yo el que ha hecho la introducción. En realidad les he ahorrado el mal trago de decirme que no les importaba una mierda todo aquello y simplemente he seleccionado el texto y le he dado a la tecla de suprimir sin pena alguna porque, como a veces las veo venir, ya había salvado el texto.

Corralejo, Lobos y LanzaroteLo cierto es que no tenía pensado publicarlo aquí pero, luego de pensarlo un rato, he pensado que era una oportunidad desperdiciada el guardarlo en mi disco duro. Al fin y al cabo, tan sólo he leído un par de artículos que cualquiera puede encontrar con una búsqueda bibliográfica normal y corriente, he extraído la información y he intentado redactarla de una manera más o menos legible. Ah, y con sus referencias «Vancouver style».

Lo dicho, tanto si eres un friki de las Ciencias de la Salud como si necesitas algo que leer en la cama para poder dormir, aquí va una somera revisión bibliográfica del origen histórico del cáncer.

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El valor de una mentira

EvidenciadorCuando tratamos a nuestros pacientes nos colocan en una posición un tanto comprometida a la hora de responder a sus preguntas. ¿Debemos ser rigurosos y asépticos? O por el contrario, ¿debemos modificar la información llegando en ocasiones a omitir ciertos aspectos y no ser fieles a la verdad? Es una decisión un tanto complicada porque, aunque soy de la opinión de informar sin sesgos, lo cierto es que en ocasiones siento que no debo ser así.

Por ejemplo, tengo una paciente de más de 90 años de edad, sin deterioro cognitivo y con secuelas de una intervención quirúrgica debido a una fractura de cadera. Es capaz de realizar la marcha únicamente en paralelas y de vez en cuando me suele preguntar «¿volveré a caminar?». Sé a lo que se refiere, ella desea volver a coger su andadora y pasearse de un lado a otro como más le plazca y yo sé que no lo va a volver a conseguir. Mi respuesta es siempre la misma: «¡pero si ya estás caminando!».

Ella nunca se queda contenta con mi respuesta, al igual que yo tampoco lo estoy. «Tú sabes a lo que yo me refiero, esto no es caminar» ha dicho en alguna ocasión con tono triste en su voz. «Estás todo el día sentada y aquí puedes ponerte de pie y andar al menos un rato. ¿No es eso caminar?» le contesto mientras le sonrío. Ella sonríe con melancolía mientras dice «es verdad, al menos puedo hacer esto» y sigue con sus ejercicios.

Quiero pensar que le doy ánimos para no dejar de perder el interés en, al menos, ponerse de pie un rato al día y darle algo de movimiento a sus piernas. Es lo que calma mi conciencia a pesar de no ser totalmente sincero con ella pero, ¿qué bien le haría decirle toda la verdad y nada más que la verdad?

Trabajar en el ámbito de la Geriatría tiene estos y otros momentos agridulces.

DOMS

Agujetas, dolor muscular de aparición tardía o su equivalente anglosajón bastante útil para hacer revisiones bibliográficas, DOMS. ¿A qué viene todo esto? Pues resulta que en el «Complejo Deportivo La Cuesta», a.k.a. la piscina de al lado de mi casa, han puesto un par de carteles informativos sobre los mitos del gimnasio y, por extensión, del ejercicio físico en general. La verdad es que sólo me he parado a leer uno y creo que me ha bastado sólo con ver que el mejor tratamiento para el dolor producido por las agujetas son los antiinflamatorios, hay que joderse.

En fin, pues el mosqueo me ha servido para hacer una búsqueda en la Biblioteca Cochrane Plus [demos las gracias al Ministerio de Sanidad y Consumo por pagar la cuota por nosotros] sobre DOMS y he encontrado un par de detalles interesantes. Por ejemplo, el estiramiento para la prevención o la reducción del dolor muscular posterior al ejercicio no sirve de nada.

Por otra parte, el efecto de la hidroterapia en los signos y síntomas del dolor muscular de aparición tardía depende del protocolo a seguir, siendo la inmersión en agua fría y la terapia de baños de contraste los más efectivos frente a la inmersión en agua caliente. Además, el masaje reduce la percepción del dolor y la hiperalgesia en el dolor muscular experimental, pero sólo en el mecánicamente inducido y no en el dolor durante la inactividad.

Quizás, el artículo más aprovechable por la fauna de gimnasio es el que comenta que se produce una eliminación del dolor muscular de aparición tardía con una cardioaceleración pre-resistencia antes de cada serie de ejercicios de fortalecimiento muscular.

Hay muchísimos más artículos que revisar y siempre se debe seleccionar la información con criterio si queremos utilizarla de manera correcta. Desmintiendo mitos usando otros mitos no es la solución, sobre todo teniendo en cuenta el afán de médicos frustrados que tienen muchas personas que se automedican buscando no sé qué efecto.

Claroscuros

La Fisioterapia, como el resto de Ciencias de la Salud, es una profesión vocacional. Lamentablemente, no existe un rasero objetivo que mida la vocación y sirva para filtrar los candidatos a comenzar los estudios. Tampoco existe ningún test psicotécnico que permita vetar la entrada a toda aquella persona con algún trastorno [sexual o psiquiátrico, por ejemplo]. No digo que haya que estar hecho de una pasta especial, sólo que realmente puedas y quieras trabajar estrechamente con personas e intentar ayudarlas en la medida de lo posible.

Sin embargo, y hablo desde mi punto de vista, sí que debemos desarrollar cierta capacidad de indiferencia respecto a nuestros pacientes. No quiero que mis palabras sean mal interpretadas, no hablo de tratar pedazos de carne, una prótesis de cadera, un EPOC o un retraso psicomotor, simplemente hablo de evitar en la medida de lo posible las implicaciones emocionales. No quiero ser el Dr. House de la Fisioterapia. Cada paciente es un sistema con multitud de variables intrínsecas y extrínsecas que, si no desarrollamos una membrana semipermeable, pueden afectarnos.

Cuando un amigo tiene un problema éste nos afecta, nos preocupamos, pero si esto es así es porque nuestra membrana semipermeable lo permite. Nuestros pacientes tienen problemas, que tienden a magnificar por su situación de enfermedad, y diez amigos al día con problemas son demasiadas preocupaciones para una sola persona, es decir, nosotros. Muchas veces somos «fisicólogos», un híbrido entre Fisioterapeuta y Psicólogo, pero debemos tener claro cuál es nuestra competencia y hablar lo justo y necesario.

Gentilhombres en Italia

Bueno, ya quedan pocas horas para tomar un avión que nos lleve a [J] y a mí hasta la tierra de Rómulo y Remo. Se nos presentan unos días bastante intensos en los que disfrutaremos como congresistas de Spine II de las charlas de algunos de los mejores fisioterapeutas mundiales.

spine II

Nos vemos el martes y si no, nos imaginamos.

El color de los años

viejoEl otro día mi padre me llamó para que le echase un vistazo a un dolor que tenía en una costilla cuando tosía, estornudaba o simplemente inspiraba profundamente. Todo vino a raíz de una caída sobre el lado izquierdo que había tenido una semana antes, con el consiguiente dolor en el hombro y en la articulación esternoclavicular de ese mismo lado. Lo que le traía de cabeza era ese dolor de aparición tardía, por un mal gesto al intentar agarrar una lámpara que se iba a caer de una estantería. Además, también había que sumarle un dolor en profundidad localizado en las vértebras cervicales superiores junto con una limitación de la rotación izquierda.

Después del tratamiento con técnicas de Mulligan (SNAG dorsal para el dolor costal y SNAG para el dolor y limitación cervicales) y un poco de tratamiento de Puntos Gatillo Miofasciales (técnica de Jones en PGM del trapecio superior) la cosa había mejorado muchísimo, pasando de un 7 en la Escala Visual Analógica a un 1 para la punzada en la costilla y de un 6 a un 2 para las cervicales.

Sin embargo, lo que más me dejó marcado es que me di cuenta que mi padre está envejeciendo. Vaya tontería -pensarán algunos-, es ley de vida. Lo sé pero a veces hasta que la realidad no se presenta delante de tus narices no te das cuenta de que has estado pasando por alto muchas obviedades que estaban ahí, siempre han estado ahí. La piel de su cara comienza a ser más fláccida, los pelos de su pecho empiezan a teñirse de blanco y los su cabeza cada vez está más ralos. No quiero pensar que esta caída es algo más que un simple tropiezo, sino algo sin importancia y sin mayor trascendencia que unos cuantos dolores incómodos, y que no es signo de algo más subyacente, algo patológico.

Igual pasa con mi madre, la presbicia ya está haciendo mella en sus pupilas y, al igual que mi padre, su cara no es la de hace unos años ni su pelo se salva de las canas. En todos estos y muchos más detalles sólo veo signos de lo inevitable que es el paso del tiempo para todos. Incluso yo me siento algo más viejo, algo más cansado, si miro sólo cinco o seis años atrás y me veo en el instituto, como un adolescente. Todavía es pronto pero ya empiezo a sentir el peso de las palabras de Oscar Wilde:

El drama de la vejez no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven.

Con el paso de los años he visto cómo las generaciones de mi familia han ido mermando poco a poco hasta quedarme sin abuelos. Incluso la segunda generación ha comenzado a desaparecer, el hermano de mi padre ha sido el primero. Por muchas despedidas que haya vivido uno nunca se acostumbra a renunciar a sus familiares. Por eso tengo la sensación de estar viviendo en una amenaza continua porque no quiero que mis padres se vayan aún, pero aún así veo que se precipitan inexorablemente hacia ese destino.