Pensamiento del día

Para mostrarte tal y como eres hace falta ser muy valiente.

Muchas locuras han sido desechadas a pesar de tratarse de buenas ideas porque nadie se dio cuenta de su verdadero potencial.

«Vístete con una sonrisa y el mundo te sonreirá»; es cierto y funciona, porque los que no piensen que eres idiota te preguntarán la razón por la cual te estás riendo.

Conversaciones con Demian

Frau Eva asistía con frecuencia a estas conversaciones pero nunca hablaba de esta forma. Era para cada uno de nosotros, cuando exteriorizábamos nuestros pensamientos, un oyente atento, un eco lleno de confianza, de comprensión; parecía que todos los pensamientos manaban de ella y volvían a ella. Estar a su lado, oír de vez en cuando su voz y participar en la atmósfera de madurez y espiritualidad que la rodeaba era para mí la felicidad.

Ella notaba en seguida cuándo se producía en mi un cambio, una confusión o una renovación. Me parecía que los sueños que yo tenía al dormir eran inspiraciones suyas. Muchas veces se los contaba y le resultaban comprensibles y naturales; no había dificultades que ella no siguiera con su clara intuición. Durante un tiempo tuve sueños que eran como reproducciones de nuestras conversaciones del día. Soñaba que todo el mundo estaba revolucionado y que yo, solo o con Demian, esperaba tenso el gran destino. Este permanecía oculto pero llevaba los rasgos de Frau Eva: ser elegido o rechazado por ella era el destino.

A veces me decía sonriente:

–Su sueño no está completo, Sinclair, ha olvidado usted lo mejor.

Y podía suceder que yo volviera a recordar nuevos fragmentos y no pudiera comprender cómo antes los había olvidado.

De vez en cuando me sentía inquieto y los deseos me atormentaban. Creía no poder resistir verla junto a mí sin estrecharla entre mis brazos. También esto lo notaba en seguida. Una vez estuve varios días sin aparecer; por fin volví confuso y ella me condujo a un lado y me dijo:

–No debe usted entregarse a deseos en los que no cree. Sé lo que desea. Pero tiene que saber renunciar a esos deseos o desearlos de verdad. Cuando llegue a pedir con la plena seguridad de que su deseo va a ser cumplido, éste será satisfecho. Sin embargo, usted desea y al mismo tiempo se arrepiente de ello con miedo. Hay que superar eso. Voy a contarle una historia.

Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía, o creía saber, que una estrella no puede ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando la estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dio unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la playa destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella.

–El amor no debe pedir –dijo–, ni tampoco exigir. Ha de tener la fuerza de encontrar en sí mismo la certeza. En ese momento ya no se siente atraído, sino que atrae él mismo. Sinclair: su amor se siente atraído por mí. El día que me atraiga a sí, acudiré. No quiero hacer regalos. Quiero ser ganada.

Un tiempo después me contó otra historia. Se trataba de un enamorado que amaba sin esperanza. Se refugió por completo en su corazón y creyó que se abrasaba de amor. El mundo a su alrededor desapareció; ya no veía el azul del cielo ni el bosque verde; el arroyo ya no murmuraba, su arpa no sonaba; todo se había hundido, quedando él pobre y desdichado. Su amor, sin embargo, crecía; y prefirió morir y perecer a renunciar a la hermosa mujer que amaba. Entonces se dio cuenta de que su amor había quemado todo lo demás, de que tomaba fuerza y empezaba a ejercer su poderosa atracción sobre la hermosa mujer, que tuvo que acudir a su lado. Cuando estuvo ante él, que la esperaba con los brazos abiertos, vio que estaba transformada por completo; y, sobrecogido, sintió y vio que había atraído hacia sí a todo el mundo perdido. Ella se acercó y se entregó a él: el cielo, el bosque, el arroyo, todo le salió al encuentro con nuevos colores frescos y maravillosos; ahora le pertenecía, hablaba su lenguaje. Y en vez de haber ganado solamente una mujer, tenía el mundo entero entre sus brazos y cada estrella del firmamento ardía en él y refulgía gozosamente en su alma. Había amado y, a través del amor, se había encontrado a sí mismo. La mayoría ama para perderse.

Mi amor hacia Frau Eva era el único sentido de mi vida. Pero ella cambiaba cada día. A veces creía sentir con seguridad que no era su persona por la que se sentía atraída mi alma, sino que ella era un símbolo de mi propio interior que me conducía más y más hacia mí mismo. A menudo oía palabras de ella que me parecían respuestas de mi subconsciente a preguntas acuciantes que me atormentaban. Había momentos en los que me devoraba el deseo y besaba los objetos que habían tocado sus manos. Y lentamente fueron superponiéndose el amor sensual y el amor espiritual, la realidad y el símbolo. Podía suceder que en mi habitación pensara en ella con tranquila intensidad y sintiera su mano en mi mano y sus labios en los míos. Otras veces estaba con ella, miraba su rostro, le hablaba, escuchaba su voz y no sabía si era realidad o sueño. Comencé a intuir de qué modo se puede poseer un amor eternamente. A veces, leyendo un libro, descubría una nueva idea; era como un beso de Frau Eva. Me acariciaba el pelo y me dedicaba una sonrisa cálida y perfumada, y yo tenía la misma sensación de haber dado en mí un paso adelante. Todo lo que me era importante y definitivo, adquiría su figura. Ella podía transformarse en cada uno de mis pensamientos, y cada uno de mis pensamientos en ella.

Había temido las vacaciones de Navidad, que pasé en casa de mis padres, porque creía que iba a ser un tormento vivir dos semanas enteras lejos de Frau Eva. Pero no lo fue. Era una delicia estar en casa y pensar en ella. Cuando volví a H. pasé aún dos días sin ir a su casa para disfrutar de aquella seguridad e independencia de su presencia física. También tenía sueños en los que mi unión con ella se realizaba en nuevas formas simbólicas. Ella era un mar en el que yo desembocaba. Era una estrella y yo otra que caminaba hacia ella; y nos encontrábamos, nos sentíamos atraídos mutuamente, permanecíamos juntos, girando dichosamente el uno en torno al otro en órbitas próximas y armónicas.

Cuando volví a verla, le relaté este sueño.

–El sueño es hermoso –dijo tranquilamente–, hágalo realidad.

Hermann Hesse. Demian

Conversaciones con Demian

–¡Oh! ¿Por qué se lo ha dicho a usted? ¡Yo pasaba entonces el peor momento de mi vida! 

–Sí. Max me dijo: Sinclair tiene ahora que superar lo más difícil. Está intentando refugiarse en la masa; hasta se ha convertido en cliente asiduo de las tabernas. Pero no lo conseguirá. Su estigma está escondido pero arde en secreto. ¿No fue así?

–¡Oh, si! Así fue exactamente. Entonces encontré a Beatrice y por fin apareció un guía. Se llamaba Pistorius. Me di cuenta de por qué mi infancia había estado tan ligada a Max, de por qué no podía liberarme de él. Querida señora, querida madre, en aquellos días creí muchas veces que tenía que quitarme la vida. ¿Es el camino tan difícil para todos?

Me pasó la mano por el pelo, suavemente como el aire.

–Siempre es difícil nacer. Usted lo sabe; el pájaro tiene que luchar por salir del cascarón. Reflexione otra vez y pregúntese: ¿fue tan difícil el camino? ¿Fue sólo difícil? ¿No fue también hermoso? ¿Hubiera usted conocido uno más hermoso y más fácil?

Negué con la cabeza.

–Fue difícil –dije como en sueños–, fue difícil hasta que apareció el sueño.

Ella asintió y me miró intensamente.

–Sí, hay que encontrar el sueño de cada uno, entonces el camino se hace fácil. Pero no hay ningún sueño eterno; a cada sueño le sustituye uno nuevo y no se debe intentar retener ninguno.

Me sobrecogí profundamente. ¿Era aquello un aviso? ¿Era ya una advertencia? Pero no me importaba; estaba dispuesto a dejarme conducir por ella y no preguntar por la meta.

–No sé –dije– lo que ha de durar mi sueño. Quisiera que fuera eterno. Bajo la imagen del pájaro me ha salido a recibir el destino, como una madre, como una amada. A él le pertenezco y a nadie más.

–Mientras su sueño sea su destino, debe serle fiel –concluyó ella gravemente.

Se apoderó de mí la tristeza y el deseo ardiente de morir en aquella hora mágica. Sentí brotar las lágrimas incontenibles y arrasadoras: ¡ cuánto tiempo hacía que no lloraba! Bruscamente me aparté de ella, me acerqué a la ventana y miré con ojos ciegos por encima de las flores. A mi espalda oí su voz, tranquila y sin embargo tan llena de ternura, como un vaso de vino colmado hasta el borde.

–Sinclair, es usted un niño. Su destino le quiere. Un día le pertenecerá por completo, como usted lo sueña, si usted le es fiel.

Hermann Hesse. Demian

Historia de un casting

Pencil Vs Camera - 16Por si alguien no se ha enterado, hoy es el casting para la película «Furia de Titantes 2». Llego a las ocho y media a La Laguna y la cola empieza en el Ateneo, baja por la calle de La Carrera, dobla por Tabares de Cala y termina al final de Herradores. Más o menos a las nueve llega una chica de la organización y grita lo siguiente:

Piercings, tatuajes, pelo teñido o rapados pueden marcharse y dejar de perder el tiempo porque no los vamos a seleccionar.

Muchas personas que coinciden con una o más de esas características comienzan a abandonar la fila, otros se quedan porque prefieren probar suerte. Ahora ya sé que mis posibilidades de superar el casting tienden a cero pero no me marcho, no porque quiera intentarlo sino porque me lo estoy pasando genial vacilando con la gente que tengo cerca.

Al rato aparece mi compañera de trabajo con su perro. Oye, es increíble lo fácil que resultaría conocer a chicas simplemente paseando a un cachorrito, me voy a plantear seriamente hacerme «paseador» de perros. Ella confirma mis sospechas, se niega a dejar que su novio pasee solo a su perro precisamente por eso.

Pasa el tiempo y poco a poco vamos avanzando. Cuando sale el sol y comienza a tostarnos la cabeza es entonces cuando el ánimo comienza a decaer. Yo sólo trato de encontrar sombra donde cobijarme y evitar acabar con quemaduras. Entonces aparece un señor y me pregunta qué es lo que ocurre que hay tanta gente en la cola.

–Nada, que están haciendo un casting.

–¿Un casting para qué?

–Para conseguir algunos puestos en el Ayuntamiento. No hace falta experiencia previa ni nada, sólo hay que figurar y poco más.

–Uy, yo para eso no sirvo, a mí lo que me gusta es un buen vaso de vino.

–¡Pues perfecto! Para concejal de fiestas entonces.

Todo el mundo a mi alrededor se parte de risa, creo que apunto maneras para el club de la comedia. Luego aparece un periodista con un micrófono de Radio Club Tenerife buscando personas a las que entrevistar y me animan a que les cuente mi historia del casting para el Ayuntamiento pero yo, que soy un tío serio, no quiero entrar en polémicas.

Tuvo que venir una furgoneta de la Policía Nacional para montar un cordón porque se había montado una tremenda pelotera en la puerta del Ateneo y hasta la integridad física del tío que repartía los números llegó a verse seriamente comprometida. Por lo visto la escena se parecía más a un festín de buitres leonados intentando pillar un trozo de cadáver que a un grupo de personas civilizadas. Increíble.

Total, que es la una y cuarto y me tengo que ir a trabajar e intuyo que aún quedan dos horas más de cola desde donde estoy hasta poder conseguir un número. Además, una vez consigues el preciado premio, tienes que esperar aún más a que te llamen para que te tomen las pertinentes fotos cual delincuente común, es decir, frente y perfil, y las medidas como si de un sastre se tratase.

Conclusión, al igual que hicieron algunas personas, la próxima vez habrá que acampar desde la noche anterior a las puertas del recinto donde se vaya a realizar la selección. Duermes incómodo, no te lo niego, pero al menos ahorras tiempo y estar tanto rato de pie para nada.

Conversaciones con Demian

−¿Cómo explicas lo de la voluntad? −pregunté−. Dices que no tenemos libre albedrío, pero también aseguras que uno no tiene más que concentrar su voluntad sobre un objetivo para conseguirlo. Ahí hay una contradicción. Si no soy dueño y señor de mi voluntad, tampoco puedo concentrarla libremente sobre esto o aquello.

Me dio unas palmadas en el hombro. Siempre lo hacía cuando alguna ocurrencia mía le gustaba.

−Así me gusta, que me preguntes −exclamó riendo−. Siempre hay que preguntar, que dudar. Verás, es muy sencillo. Si una de esas mariposas, por ejemplo, quisiera concentrar su voluntad sobre una estrella, o algo por el estilo, no podría hacerlo. Así, ni lo intenta siquiera. Elige como objetivo sólo lo que tiene sentido y valor para ella, algo que necesita, algo que le es imprescindible. Por eso logra lo increíble; desarrolla un fantástico sexto sentido, que ningún animal excepto ella posee. Nosotros tenemos un radio de acción más amplio y más intereses que un animal. Pero también estamos limitados a un círculo relativamente estrecho y no podemos salir de él. Yo puedo fantasear sobre esto o aquello, imaginarme algo −por ejemplo, que me es indispensable ir al Polo Norte, o algo por el estilo− pero sólo puedo llevarlo a cabo y desearlo con suficiente fuerza si el deseo está completamente enraizado en mí, si todo mi ser está penetrado de él. En el momento en que esto sucede e intentas algo que se te impone desde dentro, la cosa marcha; entonces puedes enganchar tu voluntad al carro, como si fuera un buen caballo de tiro. Si yo, por ejemplo, me propusiera conseguir que nuestro pastor no volviera a llevar gafas, no lo lograría. Sería un puro juego. Pero cuando me propuse en el otoño que me cambiara de pupitre, lo logré fácilmente. De pronto apareció un chico que me precedía en la lista alfabética y que había estado enfermo hasta entonces; como alguien tenía que cederle el sitio, fui yo quien lo hizo porque mi voluntad estaba decidida a aprovechar inmediatamente la ocasión.

−Sí −dije−, a mí también me produjo una sensación muy extraña aquello. Desde el momento en que empezamos a interesarnos el uno por el otro te fuiste acercando a mí cada vez más. Pero, ¿cómo sucedió? Al principio no conseguiste sentarte a mi lado; durante algún tiempo ocupaste el banco delante del mío. ¿Cómo sucedió aquello?

−De la manera siguiente: yo mismo no sabía con exactitud a dónde quería trasladarme. Sabía únicamente que quería estar sentado más atrás. Me lo dictaba mi deseo de acercarme a ti pero no lo sabía conscientemente. Al mismo tiempo, tu voluntad también actuaba tirando de mí, ayudándome. Hasta que no estuve sentado delante de ti no me di cuenta de que mi deseo estaba realizado solamente en parte; me di cuenta de que lo que deseaba era estar junto a ti.

−Pero entonces no entró ningún alumno nuevo en nuestra clase.

−No, pero yo hice simplemente lo que me apetecía y me sente por las buenas a tu lado. El chico con el que cambié de Sitio sólo se extrañó y me dejó hacer. El cura notó una vez que allí se había producido un cambio; en general cada vez que tiene que dirigirse a mí, algo le inquieta oscuramente: sabe muy bien que me llamo Demian y que yo, con un apellido empezando con la letra D, no debo estar detrás, entre la 5. Pero eso no llega a su conciencia porque mi voluntad se lo impide y porque yo le pongo obstáculos. El buen hombre se da cuenta de que hay algo que no funciona, me mira y empieza a devanarse los sesos. Pero tengo un remedio muy sencillo. Siempre le miro fijamente a los ojos. La mayoría de la gente no lo resiste. Todos se ponen muy inquietos. Cuando quieras conseguir algo de alguien, le miras inesperadamente a los ojos con firmeza; si ves que no se intranquiliza, puedes renunciar a tu deseo: no vas a conseguir nada de él. Yo no conozco más que una persona con la que me falle el sistema.

−¿Quién? −pregunté rápidamente.

Me miró con los ojos levemente guiñados, como cuando pensaba intensamente. Luego los apartó y no dio ninguna respuesta. A pesar de la curiosidad tan fuerte que sentía, no pude repetir la pregunta.

Creo, sin embargo, que se refería a su madre. Parecía vivir con ella en una confianza total. Sin embargo, nunca me hablaba de ella, ni me llevaba a su casa. Yo apenas la conocía.

En aquella época intenté algunas veces imitarle y concentrar mi voluntad sobre un deseo con toda intensidad para conseguirlo. Eran deseos que me parecían bastante apremiantes. Pero no lograba nada. Nunca me atreví a hablar de ello con Demian. Lo que yo deseaba no hubiera podido confesárselo; y él tampoco preguntaba.

Hermann Hesse. Demian

Conversaciones con Demian

Las clases de la mañana se habían transformado por completo. Ya no eran adormecedoras y aburridas. Me hacían ilusión. A veces escuchábamos los dos al pastor con la mayor atención; y una mirada de mi vecino bastaba para que me fijara en una historia curiosa, en una frase extraña, y otra mirada, muy especial, bastaba para alertarme y despertar en mí la crítica y la duda. 

Pero muchas veces éramos malos alumnos y no oíamos nada de la clase. Demian era siempre muy correcto con los profesores y con los compañeros; nunca hacía tonterías de colegial, nunca se le oía reír ruidosamente o charlar, nunca provocaba las reprimendas del profesor. Sin embargo, en voz baja, y más por señas y miradas que por palabras, supo hacerme partícipe de sus propios problemas. Estos eran en parte muy curiosos.

Me dijo, por ejemplo, qué compañeros le interesaban y de qué manera les estudiaba. A algunos les conocía muy bien. Un día me dijo antes de clase:

–Cuando te haga una señal con el dedo, fulano o mengano se dará la vuelta para mirarnos o se rascará la cabeza.

Durante la clase, cuando apenas me acordaba ya de aquello, Max me hizo una señal muy ostensible con el dedo; miré rápidamente hacia el alumno señalado y le vi en efecto hacer el gesto esperado, como movido por un resorte. Yo insistí en que Max hiciera el experimento con el profesor, pero no quiso. Sin embargo, una vez llegué a clase y le conté que no había estudiado la lección y que confiaba en que el pastor no me preguntara. Entonces Demian me ayudó. El cura buscaba a un alumno para que le recitara un trozo del catecismo, y su mirada vacilante se posó sobre la expresión culpable de mi rostro. Se acercó lentamente y alargó un dedo hacia mí; ya tenía mi nombre en los labios cuando de pronto se puso inquieto y distraído, empezó a dar tirones de su alzacuello, se acercó a Demian, que le miraba fijamente a los ojos, pareció que quería preguntarle algo, y finalmente se apartó bruscamente, tosió un rato y llamó a otro alumno.

Poco a poco, en medio de aquellas bromas que tanto me divertían, me di cuenta de que mi amigo, a menudo, también jugaba conmigo. A veces, yendo al colegio, presentía de pronto que Demian me seguía y, al volverme, le encontraba efectivamente allí.

–¿Puedes conseguir, de verdad, que otro piense lo que tú quieres? –le pregunté.

Me respondió amablemente con la tranquilidad y objetividad de su madurez adulta:

–No –dijo–, eso no es posible. No tenemos una voluntad libre, aunque el párroco haga como si así fuera. Ni el otro puede pensar lo que quiere, ni yo puedo obligarle a pensar lo que quiero. Lo único que puede hacerse es observar atentamente a una persona; generalmente se puede decir luego con exactitud lo que piensa o siente y, por consiguiente, también se puede predecir lo que va a hacer inmediatamente después. Es muy sencillo; lo que ocurre es que la gente no lo sabe. Naturalmente se necesita entrenamiento. Entre las mariposas hay, por ejemplo, cierta especie nocturna en la que las hembras son menos numerosas que los machos. Las mariposas se reproducen como los demás animales: el macho fecunda a la hembra, que pone luego los huevos; si capturas una hembra de esta especie –y esto ha sido comprobado por los científicos– los machos acuden por la noche, haciendo un recorrido de varias horas de vuelo. Varias horas, ¡imagínate! Desde muchos kilómetros de distancia los machos notan la presencia de la única hembra de todo el contorno. Se ha intentado explicar el fenómeno, pero es imposible. Debe de tratarse de un sentido del olfato o algo parecido, como en los buenos perros de caza, que saben encontrar y perseguir un rastro casi imperceptible. ¿Comprendes? Ya ves, la naturaleza está llena de estas cosas, y nadie puede explicarlas. Y yo digo entonces: si entre estas mariposas las hembras fueran tan numerosas como los machos, éstos no tendrían el olfato tan fino. Lo tienen únicamente porque lo han entrenado. Si un animal o un ser humano concentra toda su atención y su voluntad en una cosa determinada, la consigue. Ese es todo el misterio. Y lo mismo ocurre con lo que tú dices. Observa bien a un hombre y sabrás de él más que él mismo.

Hermann Hesse. Demian