Pensamiento del día

Paseo de neón

Lo peor que puedes hacer cuando te marcas un objetivo es que su consecución dependa de las acciones de otra persona.

Los objetivos deben ser metas que dependan únicamente de ti, de manera que si no los alcanzas será tu responsabilidad y no tendrás la excusa para echarle la culpa a nadie.

Cuando alguien te gusta es un error pensar que se trata de una competición. Todo consiste en una simple elección, y lo mejor que puedes hacer al respecto es ser natural, no aparentar y no tratar de venderte; la decisión final no es tuya, es de la otra persona.

Elecciones

FantasmaTodos los días tenemos que tomar decisiones, más o menos importantes. ¿Qué opción elegir? En mi cerebro comienza un proceso de evaluación de variables mediante el cual pretendo sacar en claro cuál es la respuesta correcta a mi problema. La experiencia marca este proceso de análisis de manera capital. ¿Pero qué es la experiencia? Como decía Ambrose Bierce, cínico y sarcástico hasta la médula, la experiencia es «la sabiduría que nos permite reconocer como una vieja e indeseable amistad a la locura que ya cometimos».

La sabiduría no es nada sin la memoria, y la memoria no es nada sin datos. Pero, ¿los conocimientos hacen al hombre más sabio? En absoluto, es más sabio aquel que sabe discernir y hacer uso de aquello que conoce que aquel otro con una capacidad de reminiscencia superior que no sabe qué hacer con tanta información. Vaya consuelo… ¿Nadie me puede ayudar en esta complicada tarea?

Hay otras vocecillas que susurran palabras a mi oído: también están invitadas a la fiesta las creencias y las expectativas. Ambas dos se basan en criterios no muy fiables. Las primeras principalmente harán uso de las emociones y los sentimientos que rondan en ese lugar de mi mente que algunos llaman «corazón» y poco tiene que ver con esa bomba hidráulica ubicada en mi pecho. Las segundas harán malabarismos con las probabilidades, números al fin y al cabo, espejismos estadísticos que de lejos se asemejan a certezas. Elucubrarán las posibles consecuencias y me las mostrarán como bocetos de lo que podría llegar a ocurrir.

Esto no quiere decir que deban ser desechadas, simplemente tengo que aprender a escucharlas de manera crítica, con dosis variables de escepticismo y credulidad. Resultaría sumamente fácil si todo se pudiese clasificar en categorías binarias. Nada es blanco o negro, nada es positivo o negativo. La verdad no existe, es una ilusión que depende del sistema de referencia que se utilice en su evaluación. ¿Es que sólo hay incertidumbres en este laberinto?

La religión se basa en creencias, y mis creencias son difíciles de modificar porque suponen la base de sustentación de muchos pensamientos, algo así como los cimientos sobre los que se asientan los constructos de mi «lógica». Pensar que el edificio de mi mente puede verse reducido a escombros por una modificación de los pilares me produce vértigo. La ciencia, por otra parte, se basa en teorías, datos que por su propia naturaleza los acepto como transitorios. Por eso, si soy científico, si una teoría echa abajo algo que tomaba como una certeza podré sobrellevar mejor el cambio. Sin embargo, si soy un fanático religioso, me aferraré al ataúd de aquella idea decrépita para evitar ahogarme.

La ciencia y la religión son incompatibles entre sí. El pensamiento crítico y la fe son como el agua y el aceite. Me vestiré con una toga negra de puños blancos y una peluca de pelo canoso peinada en curiosos rulos. Tendré que sentar a todos los implicados en la sala del juzgado, escuchar todas sus confesiones y tratar de dar un veredicto.

Creo que al final la única respuesta correcta será la que me dé resultados favorables a mis intereses. Aunque, hablando de intereses… Ahora que lo pienso, quizás debería haber empezado por tener bien clara cuál es la meta antes de romperme la cabeza planteando el itinerario sobre un mapa sin destino.

Limpieza electoral

cleanAyer cuando volvía del trabajo, subiendo por Ifara, me vi a unos trabajadores de Urbaser quitando los carteles electorales del CCN y digo yo, ¿por qué el Ayuntamiento de Santa Cruz tiene que pagar por retirar la publicidad electoral? Debería haber una ley que obligase a los propios partidos electorales a retirar su propaganda porque, sinceramente, se pasan.

Los lugares donde dejan sus carteles son insospechados, porque no se dedican solamente a los paneles que se instalan para tal fin, sino que los adosan a contenedores de basura e, incluso, muros y paredes con propietarios [y seguramente no piden permiso para colocarlos]… Y luego los gatos de retirada corren a cargo del Ayuntamiento y, por extensión, de los ciudadanos. Los partidos contratan a personas que se dedican a colocar la publicidad por ahí, pues lo mismo podrían hacer para dejar todo limpio de nuevo.

Quizás porque soy de la opinión de que cada uno debe limpiar lo suyo. Por ejemplo, la gente de Alternativa Sí se puede limpia sus murales de la campaña aunque, personalmente, no son tan desagradables a la vista como la publicidad del resto de partidos.