Las ganas de jugar

Rambo croupier [y II]No es mi primera vez, y no puedo prometer que será la última. A veces ocurre que de pronto aparece un nuevo tablero, unas nuevas combinaciones, unas nuevas cartas.

Y sientes que tienes que jugar.

Puedo aprender a jugar, y lo tomaré como un reto para mí y contra mí, nadie más. Jugaré hasta intentar dejar de ser un principiante en estos menesteres, pero no aseguro que llegue a ser bueno. Tampoco aseguro que le ponga mucho empeño, o que quiera ganar o que simplemente quiera perder, porque puede que me canse y pierda el interés.

Porque no es ludopatía; que me guste jugar no significa que sea una necesidad.

Soy un tío raro, siempre apuesto al todo o nada. Soy de esos que funcionan en base a causas y efectos, o causas y consecuencias, y por eso me gusta tanto conocer las reglas. Y es también por eso que exijo que todos los jugadores las cumplan, o abandono la partida.

Y si la partida es entre dos, si uno se marcha entonces se acabó el juego. Esa puede ser la única jugada ganadora, para no perder el tiempo.

Pensamiento del día

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El sexo es como bailar, el hecho de moverte no implica que lo hagas bien.

Decir «no» es facilísimo, lo realmente difícil es actuar en consecuencia.

De repente encuentras en un cajón olvidado algo que escribiste hace mucho tiempo, y resulta ser una predicción de lo que está ocurriendo ahora en el presente. Y entonces te preguntas por qué no podrás hacer lo mismo con los números del sorteo del Euromillón.

Decisiones

DSCN0100¿Conoces esa sensación de saber que algo es un error? Seguro que sí. Vas a tomar una decisión y antes de hacerlo ya vaticinas que el resultado será desastroso. Sabiendo esto, ¿qué vas a hacer: tomarla o no?

¿Y si se convierte en una profecía autocumplida por el simple hecho de pensar que es errónea? Y te regodearás en tu poder deductivo, en ver la verdad tras los detalles desde tu estudio en el 221B de Baker Street. Y gritarás al mundo desde lo alto de tu garganta «a la mierda» para tan sólo escuchar el eco dentro de tu cueva como respuesta.

¿Y si resulta ser todo lo contrario y te sorprendes? Y te sorprenderás, lo sabes, aunque sea un poco, a pesar de haber visto ese milagro consumarse otras tantas veces, como el agua en vino. O la transformación del simple interés, por arte de alquimia, en besos pasionales y caricias desnudas. Y te flagelarás por ser tan previsor y tan idiota, por haber pensado tan mal, y saber que la ebriedad te durará hasta que la resaca de la consecuencia te golpee en el estómago.

¿O es que conoces todos los pros y los contras? Con ese análisis pormenorizado, sistemático, prospectivo, en un cóctel triple seco que nubla tu mente porque te recuerda a su perfume, aquel que te hacía soñar y ahora te destroza el ánimo. Y te emborracharás de estadísticas y referencias y probabilidades, para llegar a la conclusión de la teoría general de la relatividad de tu propio caos.

¿O acaso posees dotes de clarividencia o simplemente te lo estás imaginando? Pero ahora te das cuenta que te han servido de poco y mal, porque no estarías aquí si lo hubieses previsto cuando debías hacerlo. Y verás que eres un iluso, un simple ilusionista de pacotilla, que inventó sus propias ilusiones para acabar con la desilusión como premio.

¿Pero es una decisión que debes tomar ahora mismo o la puedes postergar al menos el tiempo suficiente para volver a tomar en consideración toda la situación? Y te dolerá la cabeza de zarandear las ideas dentro de ese espacio vacío, hasta que veas una mota de polvo que brilla en la oscuridad. Y pensarás que esa es la luciérnaga a seguir, aunque te guíe hasta la llama de la vela donde al final te tocará arder. Y te quemarás, y te dolerá el corazón, porque eres humano después de todo.

DSCN0089Da igual, de nuevo te encuentras en ese campo de batalla, tan antiguo y conocido para ti, y de nuevo no sabes a qué bando unirte. Evalúas tus opciones en base a las circunstancias, pero las muy cabronas tienen la manía de cambiar a cada instante, confundirte, indicar una dirección para luego dar la vuelta a la brújula de tu evaluación. Y es entonces cuando aceptas que tu sistema de referencia se modifica constantemente y no es estable… Como la vida.

Porque tu vida eres tú y tus circunstancias. Y tener remordimientos pesa en el alma y en el corazón, pero tener la conciencia tranquila es señal de mala memoria. Y lamentarse por las decisiones pasadas es una tontería, porque no las puedes cambiar, pero no aprender de ellas es desaprovechar la ocasión. Ellas simplemente están ahí para enseñarte algo importante, aunque sólo si las quieres escuchar.

Ya está bien de divagar y posponer lo inevitable, de evitar enfrentarte a tu reflejo. Al final reúnes un poco de valor a partir de los fragmentos de tu cobardía y te miras en el espejo. Tienes muchos consejos que dar a tu yo del ayer, y ninguna certeza que regalar a tu yo del mañana. Pero lo que vas a hacer ahora, la decisión que vas a tomar, esa es tuya, exclusiva y egoísta, sólo tuya y no podrás exigirte responsabilidades desde la tribuna del después.

Porque pocas veces te has arrepentido de tus palabras o tus acciones. Y no es porque no te hayas equivocado, porque sabes que lo has hecho muchas veces y te sobran motivos. Pero tú sabes que sólo se puede ser veraz a través de las palabras y las acciones sinceras, y la sinceridad no puede ser motivo de vergüenza, culpa o contrición. La verdad duele una vez nada más, pero las mentiras hacen daño cada vez que se recuerdan.

Ya casi ha llegado el momento. Esa persona frente a ti se parece mucho a aquella que guardas en tu memoria, y en sus ojos puedes ver las cosas que una vez te contó: los sueños que tenía, sobre una tierra verde y negra, de montes y minerales, sobre viajes lejanos y el conformismo de la cercanía. Aquellos ojos te miran ahora tras las gafas del recuerdo, cansados de noches de insomnio compartido, pero no contigo, y demasiado orgullosos para hablar de sentimientos.

Sabes que en este juego sólo hubo perdedores, porque la indiferencia fue ganando poco a poco la partida. No te importa el haber perdido, lo que realmente te jode es esa molesta sensación de haber perdido algo más importante: el tiempo y la ilusión. Porque mientras la bola daba vueltas y la ruleta giraba, ella decidió cambiar de mesa y de casino, montarse en un tren y acabar en la cama de otra ciudad. Porque fuiste tú quién apostó todas sus expectativas al «futuro» y ella sólo unas pocas fichas al «de momento».

DSCN0042Ya no te resulta raro ese sabor amargo, la punzada en el pecho y el escalofrío que recorre todo tu cuerpo. Ya no eres aquel niño acostumbrado a que todo saliese como estaba planeado. No, nadie te enseña a perder, nadie se acostumbra a eso, y te toca a ti aprender a base de combatir contra la experiencia. Y ella sabe pelear, y sus golpes te machacan las entrañas, y el dolor y los hematomas te explican la lección demasiado tarde para ese examen.

Pero aprendes un poco más para el siguiente, quieras o no. Y también aprendes que cualquier decisión que tomas va en contra y excluye a todas las otras que has descartado y no tomarás. No son más que probabilidades y posibilidades intangibles, en manos del azar y la incertidumbre, viejos espejismos conocidos que no quieres perseguir. Porque la incertidumbre, a pesar de hacer daño en cada instante de duda, es abono de la esperanza. Y la esperanza, como su nombre indica, es esperar en perpetuo sufrimiento, pero eso de sufrir por causas perdidas nunca ha sido tu asignatura preferida.

Ella sigue ahí, frente a ti, mirándote en silencio, pero te embarga esa tensa quietud que precede a toda tormenta. Tienes la seguridad de que no todas las cosas llegan a su fin, sólo aquellas sobre las que puedes decidir.

Y ahora es cuando decides.

Elecciones

FantasmaTodos los días tenemos que tomar decisiones, más o menos importantes. ¿Qué opción elegir? En mi cerebro comienza un proceso de evaluación de variables mediante el cual pretendo sacar en claro cuál es la respuesta correcta a mi problema. La experiencia marca este proceso de análisis de manera capital. ¿Pero qué es la experiencia? Como decía Ambrose Bierce, cínico y sarcástico hasta la médula, la experiencia es «la sabiduría que nos permite reconocer como una vieja e indeseable amistad a la locura que ya cometimos».

La sabiduría no es nada sin la memoria, y la memoria no es nada sin datos. Pero, ¿los conocimientos hacen al hombre más sabio? En absoluto, es más sabio aquel que sabe discernir y hacer uso de aquello que conoce que aquel otro con una capacidad de reminiscencia superior que no sabe qué hacer con tanta información. Vaya consuelo… ¿Nadie me puede ayudar en esta complicada tarea?

Hay otras vocecillas que susurran palabras a mi oído: también están invitadas a la fiesta las creencias y las expectativas. Ambas dos se basan en criterios no muy fiables. Las primeras principalmente harán uso de las emociones y los sentimientos que rondan en ese lugar de mi mente que algunos llaman «corazón» y poco tiene que ver con esa bomba hidráulica ubicada en mi pecho. Las segundas harán malabarismos con las probabilidades, números al fin y al cabo, espejismos estadísticos que de lejos se asemejan a certezas. Elucubrarán las posibles consecuencias y me las mostrarán como bocetos de lo que podría llegar a ocurrir.

Esto no quiere decir que deban ser desechadas, simplemente tengo que aprender a escucharlas de manera crítica, con dosis variables de escepticismo y credulidad. Resultaría sumamente fácil si todo se pudiese clasificar en categorías binarias. Nada es blanco o negro, nada es positivo o negativo. La verdad no existe, es una ilusión que depende del sistema de referencia que se utilice en su evaluación. ¿Es que sólo hay incertidumbres en este laberinto?

La religión se basa en creencias, y mis creencias son difíciles de modificar porque suponen la base de sustentación de muchos pensamientos, algo así como los cimientos sobre los que se asientan los constructos de mi «lógica». Pensar que el edificio de mi mente puede verse reducido a escombros por una modificación de los pilares me produce vértigo. La ciencia, por otra parte, se basa en teorías, datos que por su propia naturaleza los acepto como transitorios. Por eso, si soy científico, si una teoría echa abajo algo que tomaba como una certeza podré sobrellevar mejor el cambio. Sin embargo, si soy un fanático religioso, me aferraré al ataúd de aquella idea decrépita para evitar ahogarme.

La ciencia y la religión son incompatibles entre sí. El pensamiento crítico y la fe son como el agua y el aceite. Me vestiré con una toga negra de puños blancos y una peluca de pelo canoso peinada en curiosos rulos. Tendré que sentar a todos los implicados en la sala del juzgado, escuchar todas sus confesiones y tratar de dar un veredicto.

Creo que al final la única respuesta correcta será la que me dé resultados favorables a mis intereses. Aunque, hablando de intereses… Ahora que lo pienso, quizás debería haber empezado por tener bien clara cuál es la meta antes de romperme la cabeza planteando el itinerario sobre un mapa sin destino.

Tras los barrotes

Tras los barrotes

@Ugglytruth: Detrás de toda chica que es fría… complicada… cabrona… extraña o rara… hay una historia de amor que argumenta su comportamiento.

Hoy uno de mis contactos en el Facebook ha decidido publicar una frase algo similar a esta que acabo de citar y la verdad es que no he podido evitar que dentro de mi cabeza comenzasen a moverse los engranajes chirriando como una bandada de arpías aulladoras.

Hace ya tiempo que hablé acerca del locus de control y he de reconocer que poco a poco he ido modificando esa parte de mí volviéndome cada vez más un individuo introspectivo y de locus interno. Quizás es por eso que cuando veo una muestra flagrante, y hasta casi insultante, de un locus externo se disparan mis alarmas porque una experiencia amorosa pasada es una excusa demasiado barata como para justificar una forma de actuar.

Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara es porque ha sido tu decisión ser así. Fin de la historia.

Las experiencias, una vez ocurren, se quedan en el pasado, no se pueden alterar de ninguna manera; podríamos decir que son imposiciones que tenemos que aceptar queramos o no. Sin embargo, la manera de analizarlas y actuar en función de ellas es una opción de cada uno. Echarle la culpa de tu ineptitud a la hora de mantener relaciones sociales o interpersonales a una experiencia sentimental pretérita no hace más que demostrar tu incapacidad para adaptarte a los cambios.

Tal vez no has sido capaz de aceptar que una relación ha acabado o que tú tienes parte de responsabilidad en que haya llegado a su fin. Siempre es mucho más sencillo echar la culpa a los demás antes que pararse a pensar en qué ha hecho uno mismo para llegar a un determinado resultado. Además, lo que quiera que haya ocurrido sucedió con una determinada persona con unas características concretas, ¿por qué juzgar al resto como si se tratase de la misma persona?

Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara con alguien que no lo merece eres, además de todo eso, una injusta obcecada en su estupidez.

Todos somos los segundos platos de los primeros amores, es un hecho incontestable, pero nadie merece pagar los platos que ha roto alguien antes que nosotros. Es tan injusto como ser arrestado y juzgado por el robo a un banco que no has cometido simplemente porque entraste a ingresar dinero inmediatamente después de haber huido los criminales. No tiene sentido alguno.

¿Qué cantidad de responsabilidad recae sobre mí por los actos que cometió contra ti otra persona? ¿Acaso no te has parado a pensar en que tu forma de actuar conmigo va a influir directamente sobre la continuidad o no de la relación? ¿Sabes qué es una profecía autocumplida? Pues estás forjando una con tu actitud y, lo peor de todo, es que vas a conseguir reafirmarte en lo que piensas, tendrás tu refuerzo positivo y volverás de nuevo a esgrimir tus argumentos con la siguiente víctima de tu estupidez.

Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara acostúmbrate a la soledad, muy pocas personas estarán dispuestas a soportarte.

Tal vez te refugies detrás de esa actitud usando las típicas excusas de «no quiero que me vuelvan a hacer daño», «todos los tíos son unos hijos de puta», «yo es que soy así y a quien no le guste que se joda», y otros tantos ejemplos. Las corazas dan seguridad porque en cierta manera protegen de las agresiones externas pero casi nadie quiere estar con una persona enlatada porque estos métodos de protección tampoco permiten que desde su interior salga nada. Es más, serás una prisionera atrapada dentro de tu propia armadura.

El miedo, el odio o el rencor no son emociones saludables porque a menudo lo que provocan es que tomemos decisiones poco acertadas. Reúne el valor suficiente, haz un ejercicio de introspección, intenta plantearte qué puedes mejorar, actúa en consecuencia y seguramente recibirás mucho más a cambio.

Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara deja de serlo y verás cómo el mundo te corresponderá de distinta manera.

Pensamiento del día

La sombra del parral

Agradece al árbol por la sombra, no al sol.

Que no lo exprese no quiere decir que no lo sienta.

Muchas personas actúan como si lo supieran todo; en realidad lo hacen porque no piensan en las consecuencias.