Mis ojos

Por favor disculpa a mis ojos
porque buscan el mar donde no debería estar,
y al ver el sol tras el cristal
me hacen pensar que hará calor.

Igual que pienso en quién era yo
para ti y para mí,
y cómo, tan falto de todo y nada, 
confundía lo que había entre nosotros con el amor.

Tenías mis latidos a tu merced,
a veces clavados como punzadas,
cuando me hacías pensar que llegaba el final.
Otras, como tormentas con truenos,
cuando querías volver a entrar,
y yo siempre te dejaba.

Y te decía que siempre habría sitio para ti,
incluso cuando no lo había,
pero yo lo buscaba, desechando otras cosas
sólo para hacerte un hueco en mi corazón.

Si sabes que sólo quiero nadar en tu mar
y acabo siendo un barco varado entre dunas.
Si sabes que sólo quiero bañarme en tu calor
y tan sólo eres dolorosamente fría.

Aún mis ojos sueñan con un amor,
¿quién no lo hace cuando tu compañía es ausencia?
Dime... Dime por qué,
¿por qué siempre confundes mis ojos?

El contrato

Escuchas el redoble de tambores,
ruido conocido largo tiempo atrás.
En tu pecho una tormenta,
golpear violento de un corazón indomable
ante la imagen anhelada de la belleza.

Ella, siempre es ella,
endiosada figura vestida
desnuda bajo la mirada del deseo.

De pronto, sacudidas recorren tu cuerpo
despertándote de la hipnosis 
por sus formas.
Un olvidado péndulo que de pronto oscila
rítmico, se detiene, regresa,
para de nuevo repetir su paseo.

¿Amor? Tal vez,
o tal vez no lo sea, sólo pasión.
¿Realmente importa en este momento?

Cuando dos bocas firman un contrato
nadie asegura su duración,
tan sólo se desea que no acabe.

Kintsugi

El kintsugi es una técnica japonesa que se utiliza para reparar objetos rotos de cerámica o porcelana. La palabra kintsugi significa «reparar con oro» en japonés, y se refiere a la práctica de reparar los objetos rotos utilizando una mezcla de polvo de oro, plata o cobre con un pegamento natural llamado urushi. La idea detrás del kintsugi es que el objeto roto no se trata como algo que se debe esconder o desechar, sino como algo que se debe valorar y resaltar. Por lo tanto, en lugar de ocultar las grietas o las roturas del objeto, el kintsugi las resalta y las convierte en una parte esencial de su diseño y de su historia. Así, el objeto reparado no sólo se vuelve más fuerte y duradero, sino que adquiere un valor estético y sentimental que no tenía antes.

El desamor, entendido como la falta de amor o al fin de una relación amorosa, y el kintsugi tienen una dimensión simbólica que los relaciona de manera profunda.

El desamor puede ser una experiencia dolorosa y desgarradora, que nos hace sentir tristes, solos y desesperados. Sin embargo, el desamor también puede ser una oportunidad para crecer, para aprender y para cambiar. Cuando una relación amorosa termina, nos enfrentamos a un vacío, a una herida, a una pérdida que duele. Pero también nos enfrentamos a la posibilidad de encontrar un nuevo camino, de conocer nuevas personas, de descubrir nuevos intereses y nuevas formas de amar. El desamor nos enseña que el amor no es una cosa que se puede controlar ni que se puede obligar, sino que es algo que se da o que se recibe de manera natural y espontánea.

El kintsugi, por su parte, nos enseña que la belleza no radica en la perfección, sino en la imperfección. Cuando un objeto se rompe, podemos desecharlo como una basura, como algo que ya no tiene valor. Pero si lo reparamos con kintsugi, le damos una nueva vida, una nueva forma, una nueva historia. Las grietas y las roturas del objeto no son defectos que deben ser escondidos o ignorados, sino rasgos que lo hacen único y valioso. El kintsugi nos enseña a valorar la imperfección, a aceptar la fragilidad, a apreciar la historia y la experiencia que cada objeto lleva consigo.

De esta manera, el desamor y el kintsugi pueden verse como dos aspectos de un mismo fenómeno: la capacidad de recuperarse y de volverse más fuerte después de una pérdida o de una rotura. Cuando una relación amorosa se rompe, sentimos que nuestro corazón se desgarra, que nuestro mundo se derrumba, que nuestra vida pierde su sentido. Pero si somos capaces de enfrentar el dolor, de sanar la herida, de reparar el corazón roto, podemos volvernos más fuertes, más maduros, más sabios. Como un objeto reparado con kintsugi, nuestro amor se convierte en una joya preciosa, que reluce con un brillo especial y que nunca pierde su valor.

Seis días

Las líneas
Seis días y unas cuantas horas más
que mis ojos no se deleitan en ti.
Tu cuerpo no acaricia ya mis manos,
y de nuevo amanece casi helado
un corazón ya cansado de latir.

Otra vez te extraña mi almohada
empapada de sueños y amor.
Y pensaba que ya había aprendido,
que a tu ausencia me había acostumbrado,
pero la realidad me devuelve el dolor.

Ya seis días sufriendo nostalgias
por aquello que no pude hacer.
Y aunque tenga el pecho de acero
a veces pareciera que muero
estando lejos de donde quiero volver.

Por eso espero tu regreso como un regalo,
mas no sé si debo o si acaso es algo malo.
Pero hasta entonces sólo me queda suspirar
cuando tantas veces no nos podemos besar.

Pensamiento del día

Tras los barrotesNo existe cárcel más inexpugnable que aquella que existe en nuestra mente.

Decir que quieres a alguien es realmente fácil, lo complicado es demostrar ese amor.

Si alguien te dice que quiere saber lo que piensas no te lo creas; hay mucha gente hipócrita que se sentirá herida cuando se enfrente a la verdad.

Regalo mi vida privada

Definitivamente, lo que ocurre en Facebook es digno de un estudio antropológico serio y riguroso. La gente parece que olvida el auténtico valor de la privacidad y se dedica a publicar a diestro y siniestro lo primero que les pasa por la cabeza.

Parece buena idea que nuestros contactos vean fotos sobre lo bien que nos lo pasamos en la última reunión de la secta religioso-sexual que nos ha captado recientemente. O qué divertida fue aquella noche de fiesta en la que acabamos tirados en el suelo al borde del coma etílico y mientras un perro nos meaba encima. No entro a cuestionar estas y otras actividades, cada uno hace con su vida lo que le da la gana, pero lo cierto es que algunas cosas no deberían salir jamás de una cámara de fotos o un móvil.

Condescendent Wonka

Otra conducta curiosa es la de publicar los propios sentimientos. Oye, que todos somos humanos y está bien que hagas un alarde de sinceridad, pero de ahí a desahogarte públicamente creo que va un buen trecho. Vale, estás harta de que los tíos te usen sólo para actividades eroticofestivas. ¿Qué quieres? ¿Que te dejen un billete de cincuenta euros en la mesilla de noche cuando huyen de tu cama en cuanto tienen oportunidad?

Luego están los que proclaman a los cuatro vientos cuánto se quieren y se aman y se adoran y se desean. A todas estas personas que hacen declaraciones públicas de amor, muchas gracias. De verdad, muchas gracias, porque cada vez que leo algo así compruebo la increíble capacidad de mi cuerpo para soportar la diabetes aguda transitoria y los movimientos peristálticos convulsivos. Las náuseas las controlo bien, pero la diarrea es una auténtica amenaza. No sé para qué tanta fibra, un repaso rápido al Facebook por la mañana y mi tránsito intestinal se pone en marcha como un reloj suizo.

Y bueno, no me podía olvidar de los que se ponen a llorar a moco tendido porque su pareja los abandonó… A esas personas les recomiendo un libro finalista de los premios Planeta entretenido y fácil de leer para no hacer ese tipo de tonterías, dejar de hacer el ridículo [sin acritud] y salir adelante: Adiós, amor.

Si seguimos hablando de la fauna social, también existe un grupo que se podría enmarcar a medio camino entre el escaparatismo y la ingeniería social. Siempre están en todas las fiestas y/o eventos, conocen a todo el mundo, hacen mostrar al mundo lo genial que es su vida, no se les conoce ocupación remunerada o no y siempre están o en la playa o en la piscina o en cualquier otro lugar que creen que pueda despertar envidia entre el resto de sus contactos. Se afanan en hacer saber dónde han estado, con quién y lo bien que se lo pasan, pero luego habría que comprobar cómo es su vida en la realidad, vaya usted a saber.

Y, por supuesto, luego están las portadas de revistas. Todos conocemos a alguien así, que no duda un instante en sacarse fotos con poca ropa para mostrar su cuerpo mientras pone cara de pato. ¿Qué clase de mente perturbada piensa que puede resultar atractivo poner los labios así? Bueno, sí, los que se han inyectado colágeno y las actrices porno baratas.

Por cierto, en Facebook existen unas opciones de privacidad que estoy seguro que más de uno y una desconoce. En fin, tal vez haría falta algún cursito sobre uso racional de las redes sociales.