Sentidos opuestos

¿Dónde estoy? ¿Dónde voy?
Venero tu imagen como un devoto lo hace arrodillado ante una figura sagrada, como el salvaje que mira con temor un ídolo que encierra en su interior magia antigua, porque tus ojos son dos faroles que alumbran mi camino y sin ti ando perdido en la oscuridad, ciego en el mundo.

Bendigo hasta el sonido del roce de tu ropa, y cada palabra que dices es como una nota que forma la sinfonía que nace en tu boca y se deposita dentro de mi pecho, porque hasta que mis oídos escucharon tu voz había permanecido sordo ante el mundo de la música.

Disfruto cada uno de esos momentos en los que diviertes con tu pelo perfumado mi olfato, cuando el aire que respiro es la brisa que brota de tu interior, y es que no imagino fragancia más sublime que la que regalas cuando estás a mi lado.

No conozco manjar que pueda calmar el ansia que mi paladar siente por tu sabor, ni el más elaborado licor puede lograr aplacar la sed que siento por tu néctar.

Adoro cuando la piel que te abriga y te da forma hace mil cosquillas en mis manos desnudas, si acaso tu suave mejilla aguarda paciente para al fin acercarse hasta tocar mis labios o cuando tu cuerpo me abraza con firmeza desde dentro del redil que forman mis brazos, porque eres tú mi tacto y el braille que me ha de enseñar.

Ocupas mis cinco sentidos, no lo puedo evitar. Sin embargo, a veces el tibio rocío de tu mañana se posa sobre mis ojos para luego caer arando profundos surcos de agua y sal en mi cara. Son esos momentos en los que me doy cuenta que yo siempre te busco mientras tú no me quieres encontrar, y es que una misma dirección puede tener sentidos opuestos.

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