El cine, ese gran ladrón

Acabo de terminar de ver una película cuyo nombre no voy a decir y me reservaré su crítica para más adelante. Para dar alguna pista, es una película española pero de habla inglesa, estrenada hace más de cinco meses, pero qué le voy a hacer si me gusta ver las películas en versión original y en alta definición en mi casa, sin que me roben por poder visualizarlas mientras disfruto de la comida y la bebida que más me plazcan.

Las empresas que explotan salas de cine son peores que una banda organizada de ladrones.

Es así, el cine es un robo tanto por el precio que cuesta la entrada como por el precio de los productos añadidos que puedes comprar o no, claro está. Bueno, habrá quien pueda decir que existe el día del espectador con sesiones más baratas, descuento de estudiantes y jubilados… Da igual, todo esto es una estrategia para provocarnos una falsa sensación de chollo y de ahorro.

Hubo una época en la que me dediqué a ir al cine los domingos en sesión matinal, para aprovechar la poca afluencia de gente y el descuento en el precio de la entrada pero claro, si quieres ver una película en 3D tienes que pagar un extra de 3€ de impuesto revolucionario por el alquiler de las gafas especiales para tal fin. Sobra decir que son un armatoste que hace las delicias de cualquier gafapasta, lo que ocurre es que si llevas gafas de vista como es mi caso se convierten, aún más si cabe, en un instrumento de tortura para la nariz y las orejas.

El tema de las cotufas [también conocidas como roscas o palomitas de maíz] es de problema de matemáticas de segundo curso de primaria, de esos en los que tenías que hacer reglas de tres directamente proporcionales. Siempre se me dieron bien las matemáticas y gracias a ellas sé que comprarlas en el cine es una estafa. Resulta que un paquete mediano de la tienda del cine sale al cambio lo que dos paquetes y medio de cotufas listas para preparar en tu casa, con aceite de oliva y sal al gusto, oiga. Por cierto, para aquellos que no lo sepan, las cotufas en mi casa se hacían [cuando era pequeño] y se siguen haciendo con un caldero, aceite y millo de cotufas [también conocido como maíz para palomitas], algo así como la versión analógica 1.0 de las cotufas para microondas. Sí, he probado las cotufas para microondas y puedo decir que son una mierda versión de menor calidad de las tradicionales, las verdaderas, las de toda la vida.

Además que la cantidad de sal que le meten dentro a esa bazofia responde a una sucia estrategia bien preparada: la de provocar una sed espantosa que te obligue a comprar algo líquido que te pueda refrescar el gaznate, ya sea durante la publicidad del principio, a mitad de la película o ya cuando haya finalizado. El problema viene cuando eres uno de esos que una vez empieza la película no te gusta levantarte ni para ir al baño, así que te pasas lo que falta de película maldiciendo la deshidratación que sufres.

En cuanto al refresco también podemos usar las matemáticas para saber que es un robo al bolsillo y a la razón. Con lo que cuesta un refresco pequeño puedes comprar una botella de dos litros del mismo refresco y tienes la certeza que su contenido es refresco de verdad y no tres cuartas partes de hielo por una parte de refresco rebajado con quién sabe qué clase de líquido. Cuando compramos el refresco transcurre más o menos un minuto hasta que le damos el primer sorbo por la cañita [también conocida como pajita], pero cuando ha pasado media hora desde el comienzo de la película parece que estemos bebiendo algo completamente distinto a lo que probamos en primera instancia, algo así como agua con aroma del refresco original. ¿Pero por qué? Efectivamente, el hielo se ha ido derritiendo [lo que se denomina científicamente como fusión] y ha empezado a formar parte del líquido que estamos tomando. ¡Qué rico y sabroso!

Bueno, el tema de la publicidad al comienzo de la película es para llevarlo al Defensor del Consumidor. Llegará un día en el que dure más que la propia proyección o que incluso el cine se vuelva una televisión con anuncios cada quince minutos. Claro, en tu pantalla de plasma de cincuenta pulgadas puedes hacer zapping y elegir entre los doscientos canales que tienes disponibles, pero en el cine tienes que tragarte toda esa basura y sin poder moverte del asiento, porque en tu casa puedes aprovechar para ir al baño a hacer tus cositas, pero en el cine no. Si es lo que te digo, un instrumento perfecto de condicionamiento. Espero que esto no lo lea cualquier desalmado responsable de marketing y le pueda dar alguna idea.

Que conste que hay ocasiones en las que estoy dispuesto a ir al cine pero esto sólo ocurre en casos excepcionales, cuando voy en compañía o cuando la película lo merece. No voy a ser yo el que lleve al cine a la bancarrota, la industria del consumismo me perdone. Hay películas para las que no compensa en absoluto el dinero que gastas en verlas en el cine, esas películas que están bien para ver en tu casa un sábado o un domingo con aburrimiento, sin saber qué hacer para entretenerte. Piensa que estás ahí sentado, intentando encontrar alguna cotufa en tu paquete de sal, con tus gafas 3D cortándote la circulación mientras se gangrenan tu nariz y tus orejas, sorbiendo un líquido que a pesar de intentar convencerte a ti mismo de que es refresco tus papilas gustativas lo niegan a gritos, y esperando a que termine el bombardeo de publicidad que te hacen tragar sí o sí. Cuando por fin comienza la película empiezas a darte cuenta que no has invertido bien tu dinero, pero como ya que has pagado pues haces de tripas corazón y sigues ahí sentado hasta que termina, en un auténtico alarde de orgullo.

Yo, mientras tanto, estoy en mi casa tirado en mi sofá en ropa interior muy cómodo, tomándome una cerveza bien fresquita con una pizza cuatro quesos y con la posibilidad de pausar la película para ir a la nevera y sacar otra cerveza cuando se me acabe la primera. Y si no me gusta, siempre puedo detenerla, borrarla y ver otra por el mismo precio.

Princesas de media noche

Hablando con mi conciencia, mientras tomábamos una cerveza, me ha soltado una de sus perlas y me veo en la obligación de compartir su sabiduría.

Hoy he visto por primera vez un grupo en Feisbuc [Facebook para los angloparlantes] cuyo nombre me ha inquietado en sobremanera:

«Culpo a Disney de mis altas expectativas en cuanto a hombres»

Pero chiquilla, ¿no te das cuenta que no es culpa de Disney? La culpa la tienes tú por pensar que eres una princesa cuando en realidad no lo eres.

Qué cosas…

Desactivar el buzón de voz en Yoigo

yoigoBuzón de voz o contestador, da igual como lo llames, la cuestión es que prácticamente a nadie le gusta llamar por teléfono y que te cobren la llamada porque salta el dichoso contestador. Hasta ahora no sabía que mi teléfono Yoigo tenía ese servicio activado por defecto así que, al igual que hice con Movistar, le pedí a San Google que me diese una solución. En la página web de Yoigo para tal menester hay una explicación bastante extensa sobre el servicio de desvío de llamadas…

Tonterías.

Lo primero que debes tener en cuenta es que en el servicio de desvío de llamadas están incluidos el servicio de aviso de llamadas perdidas y el servicio de contestador, así que tienes que elegir si quieres desactivar todos los servicios o sólo el contestador.

  1. Si quieres desactivar el contestador y mantener el aviso de llamadas perdidas (lo más recomendable):
    • Cuando comunicas o estás ocupado marca *67*556#.
    • Cuando comunicas o estás ocupado marca *62*556#.
    • Cuando no contestas: *61*556#, en este caso no te mandaremos un mensaje de texto ya que tu teléfono te mostrará directamente las llamadas perdidas que no hayas respondido.
  2. Si quieres desactivar completamente todos los servicios de desvío de llamadas (aviso de llamadas perdidas y contestador):
    • Cuando comunicas o estás ocupado marca #67#
    • Cuando estás fuera de cobertura o tienes el teléfono apagado: #62#
    • Cuando no contestas: #61#

Y ya está.

Mierda Markt, te crees que soy tonto

Hoy precisamente he ido al Mierda Markt [a.k.a. Media Markt] de Añaza a devolver un Samsung P2270 comprado el sábado y con un bonito píxel atascado de color rojo. El tiempo de uso del monitor ha sido de ±1 día, y la distancia recorrida fuera del embalaje ha sido de ±3 metros, que quede constancia para posteriores detalles que relataré.

Pues bien, el susodicho píxel rebelde aparecía al mostrar la imagen completamente en negro y a pesar de múltiples intentos con JScreenFix, suponiendo que fuese un píxel atascado en lugar de muerto, no había manera de solucionarlo. Echando mano de la garantía de Samsung, leo para mi satisfacción que durante los 7 días siguientes a la fecha de compra aseguran una garantía de cero píxeles muertos o si no, cambio inmediato de la pantalla.

Pues nada, después de unos 30 minutos de espera me dirijo al mostrador donde le explico a un inepto la situación que se ha dado con el monitor. Coge la caja, se la lleva a un lado, la abre, saca la pantalla y se pone a inspeccionarla. Me empiezo a mosquear cuando se la lleva fuera de mi vista, detrás de la cristalera y luego sale de nuevo en busca de un paño de esos con los que se limpian los cristales de las gafas. Veo como coloca la pantalla sobre el mostrador posterior y comienza a frotar la superficie y los laterales, muy minuciosamente. Cuando, al parecer, se cansa de buscar sale otra vez de nuevo y me pregunta cómo fue pagado el monitor, a lo cual le comento que con tarjeta. Es entonces cuando me dice que en realidad hacen falta 5 píxeles para considerarlo una avería y no sé qué más estupideces, a lo cual tengo que cortar su cháchara y explicarle que, según la garantía del fabricante, estoy dentro de plazo y en mi derecho de solicitar recambio inmediato.

El estúpido me mira con cara de odio, se ve que no se esperaba que supiese más que él al respecto y le haya jodido la excusa para no aceptarlo como fallo de hardware.

Suelo tener paciencia hasta que me tocan la moral, y a estas alturas la empezaba a tener un poco hinchada a lo cual el inepto decide seguir agravando la situación cuando me dice que me va a hacer un vale. Le digo que prefiero que me reintegre el importe, entrar a la tienda y, en caso de encontrar otro monitor que me interese, comprarlo o si no, irme a otro sitio. Estas palabras fueron el detonante de lo que vendría después.

Se ve que en Mierda Markt, que no son tontos pero sí unos sucios ladinos de mierda, tienen adoctrinados a sus peones para que eviten por todos los medios perder el dinero que ya han ingresado, así que toma de nuevo la pantalla, se la lleva otra vez a la parte de atrás y vuelve otra vez, paño en mano, a investigar y frotar.

Mi moral está a punto de sublimar de estado sólido a gaseoso, todo ello sin pasar por el estado líquido, cuando veo que le da la vuelta al monitor, empieza a frotar, se percata de algo y se acerca a un tío que adivino que es el encargado de la sección de devolución y éste niega rotundamente con la cabeza. El colega inepto se da la vuelta y sale de nuevo al mostrador de atención.

Maldito sicario. No le deseo mal, de verdad, es un pobre mandado que tiene que acatar órdenes al igual que un chapero alquila su culo, sólo que en este caso se lo chupa al encargado.

La siguiente conversación es tal que así:

-No te podemos hacer la devolución porque el producto no se encuentra en perfectas condiciones.

-¿Cómo dices?

-Que no te podemos hacer la devolución porque el producto no se encuentra en perfectas condiciones.

-Eso ya lo he oído, sólo quiero que me lo expliques

-Bueno… El producto ha sido usado…

-Obviamente porque si no, ¿cómo sabría que tiene un píxel muerto?

-Eeh, sí claro. La cuestión es que tiene unas manchas por este lateral, pero que no son nada, suciedad, supongo…

-Ahí había una pegatina.

-Sí, debe ser eso, eeh… La cuestión es que está arañada por aquí detrás.

-¿Qué?

Le da la vuelta al monitor y en el centro exacto de su parte posterior tiene un área de 5 centímetros cuadrados como si alguien hubiese arañado la superficie.

-Eso no he sido yo, porque el monitor ha salido de la caja, lo he probado y lo he vuelto a meter en la caja. Además, no ha contactado con la pared ni ninguna superficie áspera en ningún momento.

-Bueno, pero está rayado y sólo devolvemos si está en perfectas condiciones.

-¿Y a mí quién me asegura que no has sido tú ahí detrás mientras frotabas con el paño ese?

-No, te puedo asegurar que no he sido yo.

¿Sabes lo malo de estas situaciones? Que como no estoy acostumbrado a verme en ellas no tengo práctica y luego es cuando se me ocurren todas las cosas que le debería haber dicho al maldito estúpido que tenía frente a mí.

-Claro…

-Bueno, vamos a hacer una cosa, te lo tramito al servicio técnico y, si es una avería, te lo reemplazan por uno nuevo.

-Ajam.

-En un plazo de 30 días te llamamos para comentarte qué ha pasado.

-Ajam.

-Bueno, eeh, ¿me das tus datos?

En esos instantes le hubiese metido la mitad del monitor de canto y por el culo para luego hacer con la otra mitad lo mismo con el encargado. Era por ese exceso de adrenalina en mi torrente sanguíneo que sólo decía frases cortas, monosílabos o sonidos inconcluyentes. Tenía que haberle pedido la hoja de reclamaciones, lo sé, quizás montar el pollo un poco, hablar en un tono de voz más alto para armar escándalo, pero son cosas que te pasan por la cabeza cuando ya estás de camino en el coche, con los nudillos blancos de tanto apretar el volante.

Sólo tengo que decir dos cosas.

Al lameculos que me atendió, espero no tener que volverte a ver en ese mostrador la próxima vez que tenga que volver por Mierda Markt porque la situación que se va a dar en caso de que no me des la noticia que espero no se va a parecer en nada al día de hoy.

Al resto del populacho, mi consejo es no comprar en Mierda Markt ni en Saturtimo que, por si no lo sabías, son dos filiales de la misma empresa de ladrones, estafadores y tramposos.

Pensamiento del día

A veces después de una buena época viene otra mala, como si estuviésemos en deuda con la vida y ésta nos exigiese una devolución con intereses por todo lo que nos ha dado.

La buena suerte existe únicamente en nuestra mente; no hay buena ni mala suerte, tan sólo sucesos que ocurren por probabilidad y que nosotros interpretamos como favorables o desfavorables en función de nuestros intereses.

Las personas con más suerte son aquellas que saben aprovechar las oportunidades, que tienen capacidad para predecir las consecuencias de sus actos antes de llevarlos a cabo y que eligen las opciones más adecuadas.